El Espíritu Santo asiste a
la Iglesia
Introducción
Nos
aproximamos a la gran celebración de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo,
la fiesta de la Iglesia.
Anuncio
Jesús
anunció el envío del
<Paráclito>, del Espíritu Santo y su promesa se cumplió como Él lo dijo. La
palabra <Paráclito> procede del idioma griego y significa: el que está al
lado de, el que sirve de apoyo, el defensor, el abogado, el intercesor. Por eso
la presencia del Espíritu Santo en la vida de la primera comunidad apostólica
naciente es muy importante porque es la garantía de la Buena Nueva del Reino de
Dios seria difundida a todos los pueblos, como el mismo Cristo le había dicho a
los apóstoles.
Al
enviar Jesús a su Cuerpo, que es la Iglesia el Espíritu Santo, le
dejó la savia de Vida que le sostiene, la luz que le guía y le da la sabiduría
para discernir cual ha de ser su actuar en cada momento de su historia. Vemos
como el mismo Espíritu hizo sabios a los apóstoles y les hizo vencer el miedo
de ser testigos y misioneros de esa Buena Nueva traída por Cristo. Ese
Espíritu, le dió una estructura a la iglesia que daba sus primeros pasos y la
consolidó en el amor. Recordemos como el signo más llamativo de los primeros
cristianos era el de cómo se amaban.
Trayectoria
En
cuanto a las decisiones que desde sus comienzos tuvo que tomar la Iglesia, en
el primer Concilio, el de Jerusalén, fue el Espíritu Santo el que decidió con
los apóstoles la controversia sobre la circuncisión. Desde entonces sigue haciéndolo
en cada conclusión que el Magisterio de la Iglesia proclama. (“El Espíritu
Santo y nosotros…”)
La obra del Espíritu Santo en los
primeros siglos cristianos produjo la rápida difusión del cristianismo por todo
el Imperio romano; la acción especial del Espíritu Santo en los concilios
ecuménicos posteriores estableció la doctrina de nuestra Iglesia; su soplo
poderoso dio vida a los monasterios que preservaron el Tesoro de la Iglesia de
Cristo, ante todo su Palabra y su Tradición.
Cuando
en la Edad Media nuevos peligros como la Reforma Protestante y la crisis dentro
de la Iglesia, parecen amenazar los cimientos de la Iglesia, el Espíritu no sólo
hace renacer a los monjes, sino que suscita nuevas formas de vida consagrada (y
sigue suscitándolas: Órdenes religiosas, Institutos Seculares, Asociaciones Apostólicas
que respondan a las necesidades de los tiempos.
Y
también suscita mujeres inspiradas, como: Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresa
del Niño Jesús, las tres doctoras de la Iglesia; y a las copatronas de Europa: Brígida
de Suecia y Edith Stein, que hicieron frente algunas de ellas a la amenaza de
la Reforma Protestante, junto a otros grandes santos como San Juan de la Cruz,
San Ignacio de Loyola, san Vicente de Paul, y otros muchos. En ellas y en ellos
se manifiesta la presencia poderosa del Espíritu Santo.
Preguntemos
si desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días, ¿no estamos viviendo un
nuevo Pentecostés? Yo entiendo que sí. Porque nunca como hoy ha habido tanto
florecimiento de santidad en las actividades típicamente laicas (Cursillos de
Cristiandad, Renovación Carismática, Movimiento Juan XXIII, Caminantes de
Emaús, Comunidades de Oración, etc.) Es una nueva y autentica primavera de la
Iglesia.
Otras manifestaciones del Espíritu Santo
dentro de la Iglesia actual que podemos mencionar son las Jornadas Mundiales de
los Jóvenes, los Congreso de Movimientos y Comunidades Eclesiales tales como La
Misión Continental, los Congresos Eucarísticos, las Reuniones del CELAM, los Sínodos
de Obispos). Nuevos carismas irrumpen en la Iglesia. Verdaderos dones del
Espíritu Santo que hacen florecer de nuevo en el mundo una nueva
evangelización.
Hablándonos sobre esta acción del
Espíritu Santo sobre la Iglesia a lo largo de la historia, nos cuenta monseñor
Francois-Xavier Nguyen Van Thuan, Obispo Católico en Vietnam que, en una
ocasión, el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, fue entrevistado
por un periodista que le preguntó:
- ¿Ha visto al demonio?
- Si, lo he visto.
(¿Contestó?
- ¿Donde?
-
¡Lo he visto en! En Dachau, en Auschwitz,
¡en Birkenau!... (campos de concentración nazis). (y podríamos añadir hoy,
Siria, Israel, Yemen y otras regiones donde se mata impunemente).
Pero si alguien me preguntara (continúa diciendo el Monseñor):
< Y ¿Ha visto usted
al Espíritu Santo?>,
respondería sin titubeos:
< Si, lo he visto>.
< ¿Dónde?>. <En la
Iglesia y fuera de ella>.
Y
es que a veces nos quedamos viendo solo al demonio y no nos damos cuenta de que
este fue vencido por Cristo, como se manifiesta en la misma Iglesia.
En el siglo XX el mundo se ha visto lacerado por
dos guerras mundiales, conflictos étnicos, genocidios y luchas
sanguinarias (que continúan en este siglo XXI). Nunca en la
historia había habido semejante mortandad también por causa de
enfermedades y desastres naturales.
Dentro
de la Iglesia se han verificado crisis como consecuencia de la descristianización
y secularización del ser humano. La Iglesia sigue sufriendo los ataques del
mundo por medio de ideologías paganas, de los intelectuales que niegan a Dios,
de las leyes inmorales como son el aborto y la eutanasia y otras muchas.
Y, sin embargo, tal vez nunca ha tenido la Iglesia papas tan grandes como los
pontífices de los siglos XX y XXI: desde León XIII a Pio X, pasando
por Benedicto XV, Pio XI, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan
Pablo II y, Benedicto XVI y papa Francisco. Creo que ningún país del
mundo, en este mismo periodo, ha tenido la suerte de tener al frente responsables
de semejante altura moral, santidad y competencia. Todo lo ha suscitado el
Espíritu Santo para salvaguardar a su Iglesia.
Nos
hallamos ante la acción del Espíritu Santo, que ha confirmado con su
obra la promesa de Jesús: <Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las fuerzas del Infierno no prevalecerán contra ella> (cf. Mt
16,18)
Testimonio
personal
En
el 2019, en una peregrinación religioso-cultural por la isla de Cuba vivimos y
encontramos un fervor religioso que nos llenó de mucha alegría y
solidaridad.
Fue
gratificante ver a una Iglesia Católica viva y presente en todas las provincias
(8 de 11) que visitamos. Nos decía el párroco del Santuario San Lázaro de la
Habana que allí se bautizan 40 niños y adultos semanalmente. Nuevos hijos de
Dios suscitados y consagrados por el Espíritu Santo. Y hacen aquí una labor de
servicio social increíble: con deambulantes, leprosos y, ancianos. También
tenían una escuela para adultos. Obra indudable del Espíritu Santo que les
sostiene y les hace ser creativos y adaptarse a las circunstancias. (Cenizas de
difuntos)
Exhortación
Final
Este Espíritu único e
indivisible lleva por si mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí.
En las parroquias, las comunidades, la Iglesia y con los demás cristianos. Es
el que está detrás del Movimiento Ecuménico Mundial. Y es que la unidad
requiere <nuevos métodos>, sobre todo el trabajo en equipo. Supone
acuerdos, diálogo amplio sobre el papel de cada uno en la Iglesia, respetando
el Magisterio de la Iglesia y amparándose en él. Lo debemos experimentar en la
Misión Continental que estamos viviendo, precisamente en este año de la Unidad
y la Fortaleza. Una unidad que conduzca a la comunión en la caridad. Unidad en
la diversidad, porque todos ponen los carismas que le da el Espíritu Santo al
servicio del bien común. Para alcanzar esto hay que ser dóciles al Espíritu.
Todo esto no es ni sería
posible sin la acción del Espíritu Santo, que purifica, guía, acompaña y
santifica a su Iglesia. Este se manifiesta sobre todo en los sacramentos de
iniciación, Bautismo, Confirmación, Eucaristía y Reconciliación.
Sus dones son una bendición
para la comunidad y a la vez implican una tarea para quien los recibe, una
tarea de servicio a Dios y al prójimo, respondiendo a sus necesidades
(desafíos) para hacer visible el Reino de Dios.
En estos tiempos de crisis
sanitarias por la Pandemia, del cáncer y de otras enfermedades; de violencia
por las guerras y fenómenos naturales que nos asustan y preocupan, no nos
sintamos abandonados por Dios. Al contrario, Su Espíritu sigue presente en cada
uno de los que le buscamos en “espíritu y verdad”. Manifestación de esto es la
promoción del laicado dentro de la Iglesia. Los ministerios que ejercen los
laicos en la Iglesia son una manifestación de la continuidad que iniciaron en
Pentecostés los apóstoles (atención a los enfermos, catequesis)
Vemos también como el
Espíritu Santo se está manifestando a través de los medios tecnológicos y las
plataformas sociales, en los avances en la medicina (la vacuna), en tantos
grupos de apoyo y, de asistencia material y espiritual. Vemos como un ambiente
más limpio sigue manifestando la grandeza de la obra del Creador
Nos dice Lucas en Hechos
9,31 que “la Iglesia impulsada por el Espiritu Santo y plenamente fiel al
Señor, iba consolidándose y extendiéndose cada vez más. “ Esta es la Iglesia
que tenemos que ver presente hoy.
En la celebración de la Virgen de Fátima, nuestro Padre Obispo Rubén
nos recordaba el otro día que estamos en el tiempo de un parto, que por si trae
dolor y angustia, pero que es el anticipo de un nuevo nacimiento, de una nueva
celebración en el Espíritu Santo. Esa es nuestra esperanza.
Desde el momento en que
Cristo resucitó y el Espíritu Santo se hizo presente en su Iglesia <vivimos
en el tiempo del Espíritu Santo>. Sepamos dejarnos seducir por Él, de manera
que podamos discernir los signos de los tiempos para cumplir con la voluntad
del Padre y mantener nuestra fe viva en medio de la tribulación que estemos
viviendo. Dejémonos sorprender por El cómo nos dice Papa Francisco en Evangelii
Gaudium.
La esperanza, pues, tiene un
fundamento y una fuente: la presencia del Espíritu Santo. Quien puede percibir
la intervención salvadora de Dios, tiene la fuerza para mirar más allá de las
contrariedades del momento presente. Esa es la esperanza cristiana, que da
sentido al desaliento más trágico, al dolor, incluso a la muerte. En medio de
las ansiedades que producen las situaciones que estemos viviendo podemos mirar el
presente y el futuro con la esperanza que nos suscita el Espíritu. El Espíritu
nos llama a ser agentes de esperanza, agentes de creatividad de cara al futuro.
Conclusión
Hay
una canción del grupo Mocedades de España que podríamos adaptar a esta acción
del Espíritu Santo, un poco resumiendo lo que hemos dicho.
Eres
tú
Como
una promesa, eres tú, eres tú,
como
una mañana de verano.
Como
una sonrisa, eres tú, eres tú.
Así,
así, eres tú.
Toda
mi esperanza, eres tú, eres tú,
como
lluvia fresca en mis manos.
Como
fuerte brisa, eres tú, eres tú.
Así,
así, eres tú.
Eres tú,
como el agua de mi fuente,
eres tú /el
fuego de mi hogar.
Eres tú,
como el fuego de mi hoguera,
eres
tú /el trigo de mi paz.
Escuchando
esta canción se me ocurre aplicar su letra a nuestra relación con el Amado,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Él (El
Espíritu Santo) es la promesa cumplida por Jesús.
Él es la
mañana radiante y serena del verano que nos invita a disfrutar de la creación.
Él
es la eterna sonrisa del amor que da alegría y gozo.
Él es
toda nuestra esperanza pues solo Él tiene palabras de vida eterna.
Él es la
lluvia fresca que purifica nuestras manos para orar y para dar.
Él
es la brisa del Espíritu que impetuoso nos empuja a servirle.
Él
es la fuente de agua viva.
Él
es el fuego que llamea en nuestro hogar para calentarnos entorno a la
mesa.
Él es el
fuego que mantiene viva la llama de la semilla que ha sembrado en nosotros.
Él es, en
fin, el trigo, que convertido en Pan nos da Vida y Paz.
Invoquemos
al Espíritu Santo diciendo todos:
¡Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y, ¡enciende en nosotros el fuego de Tu amor!