viernes, 21 de mayo de 2021

#1201 - El Espiritu Santo asiste a la Iglesia

 

El Espíritu Santo asiste a la Iglesia

 

Introducción

Nos aproximamos a la gran celebración de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de la Iglesia.

Anuncio

Jesús anunció el envío del <Paráclito>, del Espíritu Santo y su promesa se cumplió como Él lo dijo. La palabra <Paráclito> procede del idioma griego y significa: el que está al lado de, el que sirve de apoyo, el defensor, el abogado, el intercesor. Por eso la presencia del Espíritu Santo en la vida de la primera comunidad apostólica naciente es muy importante porque es la garantía de la Buena Nueva del Reino de Dios seria difundida a todos los pueblos, como el mismo Cristo le había dicho a los apóstoles.

 

Al enviar Jesús a su Cuerpo, que es la Iglesia el Espíritu Santole dejó la savia de Vida que le sostiene, la luz que le guía y le da la sabiduría para discernir cual ha de ser su actuar en cada momento de su historia. Vemos como el mismo Espíritu hizo sabios a los apóstoles y les hizo vencer el miedo de ser testigos y misioneros de esa Buena Nueva traída por Cristo.  Ese Espíritu, le dió una estructura a la iglesia que daba sus primeros pasos y la consolidó en el amor. Recordemos como el signo más llamativo de los primeros cristianos era el de cómo se amaban.

 

 

Trayectoria

 

En cuanto a las decisiones que desde sus comienzos tuvo que tomar la Iglesia, en el primer Concilio, el de Jerusalén, fue el Espíritu Santo el que decidió con los apóstoles la controversia sobre la circuncisión. Desde entonces sigue haciéndolo en cada conclusión que el Magisterio de la Iglesia proclama. (“El Espíritu Santo y nosotros…”)

 

 

La obra del Espíritu Santo en los primeros siglos cristianos produjo la rápida difusión del cristianismo por todo el Imperio romano; la acción especial del Espíritu Santo en los concilios ecuménicos posteriores estableció la doctrina de nuestra Iglesia; su soplo poderoso dio vida a los monasterios que preservaron el Tesoro de la Iglesia de Cristo, ante todo su Palabra y su Tradición. 

     

Cuando en la Edad Media nuevos peligros como la Reforma Protestante y la crisis dentro de la Iglesia, parecen amenazar los cimientos de la Iglesia, el Espíritu no sólo hace renacer a los monjes, sino que suscita nuevas formas de vida consagrada (y sigue suscitándolas: Órdenes religiosas, Institutos Seculares, Asociaciones Apostólicas que respondan a las necesidades de los tiempos.

     

Y también suscita mujeres inspiradas, como: Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresa del Niño Jesús, las tres doctoras de la Iglesia; y a las copatronas de Europa: Brígida de Suecia y Edith Stein, que hicieron frente algunas de ellas a la amenaza de la Reforma Protestante, junto a otros grandes santos como San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, san Vicente de Paul, y otros muchos. En ellas y en ellos se manifiesta la presencia poderosa del Espíritu Santo.

         

Preguntemos si desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días, ¿no estamos viviendo un nuevo Pentecostés? Yo entiendo que sí. Porque nunca como hoy ha habido tanto florecimiento de santidad en las actividades típicamente laicas (Cursillos de Cristiandad, Renovación Carismática, Movimiento Juan XXIII, Caminantes de Emaús, Comunidades de Oración, etc.) Es una nueva y autentica primavera de la Iglesia.

 

Otras manifestaciones del Espíritu Santo dentro de la Iglesia actual que podemos mencionar son las Jornadas Mundiales de los Jóvenes, los Congreso de Movimientos y Comunidades Eclesiales tales como La Misión Continental, los Congresos Eucarísticos, las Reuniones del CELAM, los Sínodos de Obispos). Nuevos carismas irrumpen en la Iglesia. Verdaderos dones del Espíritu Santo que hacen florecer de nuevo en el mundo una nueva evangelización.

Hablándonos sobre esta acción del Espíritu Santo sobre la Iglesia a lo largo de la historia, nos cuenta monseñor Francois-Xavier Nguyen Van Thuan, Obispo Católico en Vietnam que, en una ocasión, el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, fue entrevistado por un periodista que le preguntó:  

 

             

                - ¿Ha visto al demonio?

                - Si, lo he visto. (¿Contestó?

                - ¿Donde? 

-         ¡Lo he visto en! En Dachau, en Auschwitz, ¡en Birkenau!... (campos de concentración nazis). (y podríamos añadir hoy, Siria, Israel, Yemen y otras regiones donde se mata impunemente).


Pero si alguien me preguntara (continúa diciendo el Monseñor):

 

               < Y ¿Ha visto usted al Espíritu Santo?>,

               respondería sin titubeos:

               < Si, lo he visto>.

               < ¿Dónde?>. <En la Iglesia y fuera de ella>.

 

Y es que a veces nos quedamos viendo solo al demonio y no nos damos cuenta de que este fue vencido por Cristo, como se manifiesta en la misma Iglesia.

              


En el siglo XX el mundo se ha visto lacerado por dos guerras mundiales, conflictos étnicos, genocidios y luchas sanguinarias (que continúan en este siglo XXI). Nunca en la historia había habido semejante mortandad también por causa de enfermedades y desastres naturales.

 

Dentro de la Iglesia se han verificado crisis como consecuencia de la descristianización y secularización del ser humano. La Iglesia sigue sufriendo los ataques del mundo por medio de ideologías paganas, de los intelectuales que niegan a Dios, de las leyes inmorales como son el aborto y la eutanasia y otras muchas.  


Y, sin embargo, tal vez nunca ha tenido la Iglesia papas tan grandes como los pontífices de los siglos XX y XXI: desde León XIII a Pio X, pasando por Benedicto XV, Pio XI, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y, Benedicto XVI y papa Francisco. Creo que ningún país del mundo, en este mismo periodo, ha tenido la suerte de tener al frente responsables de semejante altura moral, santidad y competencia. Todo lo ha suscitado el Espíritu Santo para salvaguardar a su Iglesia.

Nos hallamos ante la acción del Espíritu Santo, que ha confirmado con su obra la promesa de Jesús: <Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del Infierno no prevalecerán contra ella> (cf. Mt 16,18)

 

 

 

Testimonio personal

 

En el 2019, en una peregrinación religioso-cultural por la isla de Cuba vivimos y encontramos un fervor religioso que nos llenó de mucha alegría y solidaridad.

 

Fue gratificante ver a una Iglesia Católica viva y presente en todas las provincias (8 de 11) que visitamos. Nos decía el párroco del Santuario San Lázaro de la Habana que allí se bautizan 40 niños y adultos semanalmente. Nuevos hijos de Dios suscitados y consagrados por el Espíritu Santo. Y hacen aquí una labor de servicio social increíble: con deambulantes, leprosos y, ancianos. También tenían una escuela para adultos. Obra indudable del Espíritu Santo que les sostiene y les hace ser creativos y adaptarse a las circunstancias. (Cenizas de difuntos)

 

Exhortación Final

 

Este Espíritu único e indivisible lleva por si mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí. En las parroquias, las comunidades, la Iglesia y con los demás cristianos. Es el que está detrás del Movimiento Ecuménico Mundial. Y es que la unidad requiere <nuevos métodos>, sobre todo el trabajo en equipo. Supone acuerdos, diálogo amplio sobre el papel de cada uno en la Iglesia, respetando el Magisterio de la Iglesia y amparándose en él. Lo debemos experimentar en la Misión Continental que estamos viviendo, precisamente en este año de la Unidad y la Fortaleza. Una unidad que conduzca a la comunión en la caridad. Unidad en la diversidad, porque todos ponen los carismas que le da el Espíritu Santo al servicio del bien común. Para alcanzar esto hay que ser dóciles al Espíritu.

Todo esto no es ni sería posible sin la acción del Espíritu Santo, que purifica, guía, acompaña y santifica a su Iglesia. Este se manifiesta sobre todo en los sacramentos de iniciación, Bautismo, Confirmación, Eucaristía y Reconciliación.

Sus dones son una bendición para la comunidad y a la vez implican una tarea para quien los recibe, una tarea de servicio a Dios y al prójimo, respondiendo a sus necesidades (desafíos) para hacer visible el Reino de Dios.

En estos tiempos de crisis sanitarias por la Pandemia, del cáncer y de otras enfermedades; de violencia por las guerras y fenómenos naturales que nos asustan y preocupan, no nos sintamos abandonados por Dios. Al contrario, Su Espíritu sigue presente en cada uno de los que le buscamos en “espíritu y verdad”. Manifestación de esto es la promoción del laicado dentro de la Iglesia. Los ministerios que ejercen los laicos en la Iglesia son una manifestación de la continuidad que iniciaron en Pentecostés los apóstoles (atención a los enfermos, catequesis)

Vemos también como el Espíritu Santo se está manifestando a través de los medios tecnológicos y las plataformas sociales, en los avances en la medicina (la vacuna), en tantos grupos de apoyo y, de asistencia material y espiritual. Vemos como un ambiente más limpio sigue manifestando la grandeza de la obra del Creador

Nos dice Lucas en Hechos 9,31 que “la Iglesia impulsada por el Espiritu Santo y plenamente fiel al Señor, iba consolidándose y extendiéndose cada vez más. “ Esta es la Iglesia que tenemos que ver presente hoy.

En la celebración de la Virgen de Fátima, nuestro Padre Obispo Rubén nos recordaba el otro día que estamos en el tiempo de un parto, que por si trae dolor y angustia, pero que es el anticipo de un nuevo nacimiento, de una nueva celebración en el Espíritu Santo. Esa es nuestra esperanza.

Desde el momento en que Cristo resucitó y el Espíritu Santo se hizo presente en su Iglesia <vivimos en el tiempo del Espíritu Santo>. Sepamos dejarnos seducir por Él, de manera que podamos discernir los signos de los tiempos para cumplir con la voluntad del Padre y mantener nuestra fe viva en medio de la tribulación que estemos viviendo. Dejémonos sorprender por El cómo nos dice Papa Francisco en Evangelii Gaudium.

La esperanza, pues, tiene un fundamento y una fuente: la presencia del Espíritu Santo. Quien puede percibir la intervención salvadora de Dios, tiene la fuerza para mirar más allá de las contrariedades del momento presente. Esa es la esperanza cristiana, que da sentido al desaliento más trágico, al dolor, incluso a la muerte. En medio de las ansiedades que producen las situaciones que estemos viviendo podemos mirar el presente y el futuro con la esperanza que nos suscita el Espíritu. El Espíritu nos llama a ser agentes de esperanza, agentes de creatividad de cara al futuro.

 

 

 

 

Conclusión

Hay una canción del grupo Mocedades de España que podríamos adaptar a esta acción del Espíritu Santo, un poco resumiendo lo que hemos dicho.

 

Eres tú

 

Como una promesa, eres tú, eres tú,

como una mañana de verano.

Como una sonrisa, eres tú, eres tú.

Así, así, eres tú.

 

Toda mi esperanza, eres tú, eres tú,

como lluvia fresca en mis manos.

Como fuerte brisa, eres tú, eres tú.

Así, así, eres tú.

 

Eres tú, como el agua de mi fuente,

eres tú /el fuego de mi hogar.

Eres tú, como el fuego de mi hoguera,

eres tú /el trigo de mi paz.

 

Escuchando esta canción se me ocurre aplicar su letra a nuestra relación con el Amado, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

Él (El Espíritu Santo) es la promesa cumplida por Jesús.

Él es la mañana radiante y serena del verano que nos invita a disfrutar de la creación.

Él es la eterna sonrisa del amor que da alegría y gozo.

Él es toda nuestra esperanza pues solo Él tiene palabras de vida eterna.

Él es la lluvia fresca que purifica nuestras manos para orar y para dar.

Él es la brisa del Espíritu que impetuoso nos empuja a servirle.

Él es la fuente de agua viva.

Él es el fuego que llamea en nuestro hogar para calentarnos entorno a la mesa.

Él es el fuego que mantiene viva la llama de la semilla que ha sembrado en nosotros.

Él es, en fin, el trigo, que convertido en Pan nos da Vida y Paz.

 

Invoquemos al Espíritu Santo diciendo todos:

 

¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y, ¡enciende en nosotros el fuego de Tu amor!

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