domingo, 31 de mayo de 2020

#839 - Pentecostes



Jesús dejó a su Cuerpo el Espíritu Santo, que es como la savia de Vida que le sostiene, le guía con su luz y le da la sabiduría para discernir cual ha de ser su actuar en cada momento de su historia. Así vemos como el mismo Espíritu  hizo sabios a los apóstoles y les hizo vencer el miedo de ser testigos y misioneros de la Buena Nueva traída por Cristo.  Ese Espíritu le dio una estructura a la iglesia que daba sus primeros pasos y la consolidó en el amor. En los primeros siglos de su caminar fue el Espíritu Santo quien suscitó en los Padres de la Iglesia a aquellos que la defendieron de las herejías nacientes. En la época tal vez más oscura de su historia surgieron los grandes santos de la Edad Media y  que mantuvieron viva la llama del Espíritu durante la reforma protestante.

Hoy podemos ver como en los siglos  XX y XXI, por medio de grandes y santos Papas y del Concilio Vaticano II, el Espíritu Santo sigue purificando a su Iglesia, transformándola para que se adapte a los signos de los tiempos.

Somos nosotros los que muchas veces, a nivel personal, quisiéramos quedarnos en el inmovilismo de nuestra comodidad  y amarrados para no depender de las sorpresas de Dios. Para no enfrentarnos a los desafíos que el Espíritu desata en nuestro camino.

Como el viento, que no sabemos de donde viene y a donde va, asi estemos presto a que el viento del Espíritu nos lleve a donde el quiera. En definitiva nos llevará por el camino de la Verdad y la Vida. No nos opongamos con razonamientos humanos a su acción. Dejemos impulsar por El y cumpliremos siempre la voluntad del Padre

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