Albino Luciani fue un hombre extraordinario. Llegó a ser uno de los Papas más breves de la historia :Juan Pablo I. En su nombre San Juan Pablo II se puso el suyo.
En un libro que publicara siendo aún Patriarca de Venecia y que tituló "Ilustrísimos Señores" entabla una correspondencia fruto de su inventiva con grandes personajes reales y ficticios de la historia: Charles Dickens, Hipócrates, Fígaro el barbero, Pinocho, San Francisco de Sales, Santa Teresita de Lisieux, Penélope, entre otros. Con todos dialoga en el tiempo para darnos una enseñanza útil para nuestro crecimiento espiritual y personal.
Me llamo la atención, sobre todo, la carta que dirige a Mark Twain, escritor estadounidense, autor de "Aventuras de Tom Sawyer". Citando al autor, Luciani copia uno de los pensamientos de Twain que dicen: "El hombre es más complejo de lo que parece; todo hombre adulto encierra en si no uno, sino tres hombres distintos. Mirad a un Juan cualquiera. En él se da el primer Juan, es decir el hombre que el cree ser; hay también un segundo Juan, lo que de el piensan los otros; y finalmente, existe un tercer Juan, lo que él es en realidad".
A continuación el texto de Luciani.
Primer Juan ' Nos traen la fotografía del grupo en que hemos posado, ¿Cuál es la cara simpática y atractiva que vamos a buscar? Duele decirlo, pero es la nuestra. 'Porque nosotros nos queremos desmesuradamente y nos preferimos a los demás. Por querernos tanto sucede que nos sentimos inclinados a exagerar nuestros méritos a suavizar nuestras culpas, a usar con
'el prójimo medidas distintas de las que nos aplicamos a nosotros mismos. ¿Méritos exagerados? Los
describe tu colega Trilussa:
La babosa de la Vanagloria
que se arrastraba sobre un obelisco,
mira la baba y dijo: ahora se
que dejare mi impronta en la historia.
Así somos, querido Twain.. Incluso un poco de baba, si es nuestra y por ser nuestra, nos hace gallear y alzar la cabeza!
¿Defectos atenuados? «Bebo un vaso alguna que otra vez», dice él. Los otros, en cambio, afirman que es una especie de esponja, una garganta siempre seca, un auténtico devoto de Santa Bibiana, con el codo siempre empinado. Ella dice: «Soy un poco nerviosilla, y a veces me impresiono». ¡Menuda impresión! La gente comenta que es gruñona, agresiva y vengativa, un carácter imposible, una arpía . En Homero los dioses se pasean por el mundo envueltos en una nubecilla que les oculta a los ojos de todos; nosotros tenemos una nube que nos oculta a nuestros propios ojos.
Francisco de Sales, obispo como yo y humorista como tu, escribía: «Acusamos al prójimo por cosas leves, y nos excusamos a nosotros mismos importantes. Queremos vender a precios elevadísimos y comprar, en cambio, en magníficas condiciones. Queremos que se haga justicia en la casa de los demás, pero que se use misericordia en la nuestra.
Queremos que se interpreten bien nuestras palabras y somos quisquillosos con las de los demás. Si alguno de nuestros subordinados no usa con nosotros de buenas maneras, interpretamos mal cualquier cosa que haga; por el contrario, si alguno nos resulta simpático, lo excusamos, haga lo que haga. Exigimos nuestros derechos con rigor, y, en cambio pretendemos los otros sean discretos al exigir los suyos. Lo que hacemos por los demás nos parece siempre demasiado, y lo que los otros hacen por nosotros nos parece cosa de nada.
Sobre el primer Juan es ya suficiente. Vayamos al segundo Juan. Aquí, querido Twain, me parece las situaciones son dos: Juan desea que la gente lo estime y se aflige si gente le ignora o desprecia. No hay nada de malo en esto; procure tan Solo no exagerar en uno u otro sentido. «!Ay de vosotros- a dicho el Señor-que ambicionáis los primeros puestos en las sinagogas y los saludos en las plazas…que realizáis todas vuestras obras para ser vistos. Hoy diríamos... que escaláis los puestos y los títulos a fuerza de codazos, de concesiones, de abdicaciones, que perdéis Ia cabeza por aparecer en los periódicos.- Pero, /porque? ¡Ay de vosotros! ?» Cuando en 1938 Hitler pasó por Florencia, la ciudad fue cubierta de cruces gamadas y de inscripciones encomiásticas.-
Bargellini dijo a Dalla Costa: «~Ve esto, eminencia? ~Ve esto?» «No tenga miedo, respondió el cardenal, 1a suerte está ya predicha en e1 salmo 37:' Vi a1 inicuo enorgullecerse y crecer como árbol frondoso. Pase de nuevo, y ya no estaba; lo busque, y no se le pudo encontrar. A veces el !ay!» no significa castigo divino, sino solamente ridículo humano. Puede que a alguien le ocurra lo que a1 asno que se cubrió con 1a piel de un le6n y todos decían: «! Que lean!» Hombres y bestias huían. Pero soplo el viento, la piel se levanto, y todo el mundo pudo ver que se trataba de un asno. Y entonces corrieron furiosos y molieron a la bestia a bastonazos. Ya lo decía Shaw: « ¡Que cómica resulta la verdad! » Y en verdad es para reír cuando se sabe que poca cosa hay bajo ciertos títulos y ciertas celebridades. (Y si sucede lo contrario? (Si la gente piensa mal de lo que en realidad está bien? Aquí viene en nuestra ayuda otras palabras de Cristo: «Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: Tiene el demonio dentro. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Este es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores~ Ni siquiera Cristo logro contentar a todos. No nos desesperemos si tampoco lo conseguimos nosotros.
E1 tercer Juan era cocinero. Esto no lo cuentas tú, Twain, sino Tolstoi. A 1a entrada de 1a cocina estaban echados los perros. Juan mata un ternero y echo las vísceras al patio. Los perros las cogieron, se las comieron y dijeron: «Es un buen cocinero, guisa muy bien». Poco tiempo después Juan pelaba los guisantes y las cebollas, y arrojo las mondaduras al patio. Los perros se arrojaron sobre ellas, pero torciendo el hocico hacia el otro lado dijeron: «El cocinero se ha echado a perder, ya no vale nada». Sin embargo, Juan no se conmovió lo más mínimo por este juicio y dijo: «Es el amo quien tiene que comer Y apreciar mis comidas, no los perros. Me basta con ser apreciado por mi amo».
¡Bravo también por Tolstoi! Pero yo me pregunto: ¿Que gustos tiene el Señor? (Que es lo que le agrada de nosotros? Un día, mientras predicaba, alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están afuera, y quieren hablar contigo». El extendió la mano hacia sus discípulos y respondió: «He aquí a mi madre y a mis hermanos. En verdad que todo el que cumple 1a vo1untad de mi Padre, que esta en los cielos. es mi hermano. mi hermana y mi Madre.. He aquí quien le agrada: el que hace la voluntad del Señor. Le agrada la oración, pero le desagrada mucho que las oraciones sean un pretexto para rehuir las fatigas de las buenas obras. «~Porque me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo. Hacer que el dice!
Esto puede dar lugar a una conclusión moralizante- tu humorista-no la habrías sacado. He de sacarla yo, que soy obispo y que aconsejo a mis fieles:Si alguna vez pensáis en los tres Juanes, los tres Jaimes o las tres Franciscas que están en cada uno de nosotros mirad sobre todo al tercero: Aquello que agrada a Dios!
Mayo 1971.
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