miércoles, 10 de junio de 2020

#849 - La Iglesia en la que creemos 8



La Iglesia en la que creemos
Una, santa, católica y apostólica
Francis A. Sullivan, S.J
(Resumen sinóptico)

La Iglesia en la que creemos 8

Santidad de gracia y virtud
“Aunque la santidad se debe siempre a iniciativa de Dio y es un don suyo, también exige una repuesta por parte  de los que han sido llamados para tener una relación más íntima con Dios: es tarea suya vivir de acuerdo a su vocación llevando una vida santa. Como indica San Pablo al principio de su primera carta a los Corintios, los cristianos están «santificados en Cristo Jesús», pero también «llamados a ser santos»…en la carta a los Efesios, exhorta  a los lectores: «Yo, pues, prisionero en el Señor, os exhorto  a que viváis dignamente la vocación a la que habéis sido llamados, con humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef 4, 1-3)”.

El capítulo 5 de Lumen Gentium nos dice: “El Señor Jesús, el Maestro divino y modelo de toda perfección, predica santidad de vida de todos y cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueren: «Vosotros, pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro padre Celestial» (Mt 5,48). El mismo se coloca como el autor y el fin de esta santidad de vida. Porque envió a todos el Espíritu Santo, que los moviera interiormente, para que amen a Dios con todo su corazón y toda su alma, con toda su mente y toda su fuerza, y que se amen unos a otros como Cristo los amó”.

“Los seguidores de Dios llamados por Dios no en virtud de sus méritos, sino por designio y gracia de El…deben vivir «como conviene a los santos» (Ef 5,3), y revestirse «como elegidos de Dios, santos, y amados, de corazón misericordioso, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia» (Col 3,12), y poseer los frutos del Espíritu en santidad”.

“Este pasaje deja claro que la santidad consiste en guardar los dos principales mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo como a si mismo…La presencia invisible del Espíritu Santo es inseparable de su capacidad sobrenatural para amar a Dios y a nuestro prójimo, a la que podemos llamar virtud infusa de la caridad. Es asimismo inseparable de la exención del pecado mortal y de la amistad con Dios, lo que decimos «estar en estado de gracia»”.

“La santidad es, pues, cuestión de «vivir en el amor»”.

“…toda persona en la que mora el Espíritu Santo es una persona santa…aquellos que viven en estado de pecado mortal sin arrepentimiento”…se privan “de la presencia del Espíritu Santo y, por tanto, de la santidad de gracia y caridad…La consecuencia, como indica LG 14, es que pueden distinguirse dos tipos de católicos: los que «poseen el Espíritu de Cristo y están totalmente incorporados a la iglesia, y los que «no perseveran en  caridad» y permanecen en la iglesia pero no son totalmente miembros de ella. Los últimos conservan la santidad de su carácter bautismal, pero ya no  poseen la santidad de la gracia santificante”.

“Así como la santidad de los  que viven en gracia redunda en beneficio de la santidad de la iglesia, el pecado de sus miembros debe también disminuir la santidad del pueblo del que forman parte. No hay duda de que esto es lo que pensó el concilio cuando dijo que en esta tierra la iglesia esta marcada con una santidad imperfecta”.

“Al mismo tiempo, el concilio describió a la Iglesia como indefectiblemente santa. Es obvio que por indefectible no querían decir «perfectamente»…La santidad indefectible, entonces, no es una santidad que excluye todo defecto o imperfección, sino que excluye la perdida de santidad, dejar de ser verdaderamente santa”.

“…podemos llamar a la Iglesia un «pueblo santo» en base a que los que están totalmente incorporados a ella son santos”. 

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