La Iglesia en la que creemos
Una, santa, católica y apostólica
Francis A. Sullivan, S.J
(Resumen sinóptico)
La Iglesia en la
que creemos 8
Santidad de gracia y
virtud
“Aunque la santidad se debe siempre a iniciativa de Dio y es
un don suyo, también exige una repuesta por parte de los que han sido llamados para tener una
relación más íntima con Dios: es tarea suya vivir de acuerdo a su vocación
llevando una vida santa. Como indica San Pablo al principio de su primera carta
a los Corintios, los cristianos están «santificados en Cristo Jesús», pero
también «llamados a ser santos»…en la carta a los Efesios, exhorta a los lectores: «Yo, pues, prisionero en el
Señor, os exhorto a que viváis
dignamente la vocación a la que habéis sido llamados, con humildad y
mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con amor, poniendo empeño
en conservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef 4, 1-3)”.
El capítulo 5 de Lumen Gentium nos dice: “El Señor Jesús, el
Maestro divino y modelo de toda perfección, predica santidad de vida de todos y
cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueren: «Vosotros, pues,
sed perfectos, como es perfecto vuestro padre Celestial» (Mt 5,48). El mismo se
coloca como el autor y el fin de esta santidad de vida. Porque envió a todos el
Espíritu Santo, que los moviera interiormente, para que amen a Dios con todo su
corazón y toda su alma, con toda su mente y toda su fuerza, y que se amen unos
a otros como Cristo los amó”.
“Los seguidores de Dios llamados por Dios no en virtud de
sus méritos, sino por designio y gracia de El…deben vivir «como conviene a los
santos» (Ef 5,3), y revestirse «como elegidos de Dios, santos, y amados, de
corazón misericordioso, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia» (Col
3,12), y poseer los frutos del Espíritu en santidad”.
“Este pasaje deja claro que la santidad consiste en guardar
los dos principales mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo como a si
mismo…La presencia invisible del Espíritu Santo es inseparable de su capacidad
sobrenatural para amar a Dios y a nuestro prójimo, a la que podemos llamar
virtud infusa de la caridad. Es asimismo inseparable de la exención del pecado
mortal y de la amistad con Dios, lo que decimos «estar en estado de gracia»”.
“La santidad es, pues, cuestión de «vivir en el amor»”.
“…toda persona en la que mora el Espíritu Santo es una
persona santa…aquellos que viven en estado de pecado mortal sin
arrepentimiento”…se privan “de la presencia del Espíritu Santo y, por tanto, de
la santidad de gracia y caridad…La consecuencia, como indica LG 14, es que
pueden distinguirse dos tipos de católicos: los que «poseen el Espíritu de
Cristo y están totalmente incorporados a la iglesia, y los que «no perseveran
en caridad» y permanecen en la iglesia
pero no son totalmente miembros de ella. Los últimos conservan la santidad de
su carácter bautismal, pero ya no poseen
la santidad de la gracia santificante”.
“Así como la santidad de los
que viven en gracia redunda en beneficio de la santidad de la iglesia,
el pecado de sus miembros debe también disminuir la santidad del pueblo del que
forman parte. No hay duda de que esto es lo que pensó el concilio cuando dijo
que en esta tierra la iglesia esta marcada con una santidad imperfecta”.
“Al mismo tiempo, el concilio describió a la Iglesia como
indefectiblemente santa. Es obvio que por indefectible no querían decir
«perfectamente»…La santidad indefectible, entonces, no es una santidad que
excluye todo defecto o imperfección, sino que excluye la perdida de santidad,
dejar de ser verdaderamente santa”.
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