Primera lectura
Eclesiastés (Cohélet) 1, 2-11
Todas las cosas, absolutamente todas,
son vana ilusión.
¿Qué provecho saca el hombre
de todos sus trabajos en la tierra?
Pasa una generación y viene otra,
pero la tierra permanece siempre.
El sol sale y se pone;
corre y llega a su lugar,
de dónde vuelve a salir.
Sopla el viento hacia el sur y gira luego hacia el norte,
y dando vueltas y más vueltas, vuelve siempre a girar.
Todos los ríos van al mar, pero el mar nunca se llena;
regresan al punto de donde vinieron
y de nuevo vuelven a correr.
Todo es difícil de entender: no deja el hombre de cavilar,
no se cansan los ojos de ver ni los oídos de oír.
Lo que antes existió, eso volverá a existir.
Lo que antes se hizo, eso se volverá a hacer.
No hay nada nuevo bajo el sol.
Si de alguna cosa dicen: “Mira, esto sí es nuevo”,
aun esa cosa existió ya en los siglos anteriores a nosotros.
Nadie se acuerda de los antiguos
y lo mismo pasará con los que vengan:
no se acordarán de ellos sus sucesores.
Sabiduría divina.
El Señor creó y controla todo. El estableció las leyes naturales que regulan todo.
Por eso, pongamos nuestra confianza en Él y tendremos paz interior ante cualquier circunstancias.
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