El tiempo del Espíritu Santo
Jesús, una vez resucitado, envía,
junto con el Padre, el Espíritu Santo a sus apóstoles y discípulos y, desde
entonces, es ese mismo Espíritu quien ha acompañado a la Iglesia de Cristo a lo
largo de los siglos, y el que sigue con ella en el presente y le acompañara
hasta el fin de los tiempos.
En su diálogo con la mujer
samaritana, Jesús le hablaba de que llegaría el momento en que la adoración a
Yahvé no sería más ni en el monte Garizim, donde los samaritanos le adoraban,
ni en el Templo de Jerusalén, en el monte Sión, que sería destruido para
siempre por los romanos. Decía Jesús en su diálogo que la adoración a Dios
seria en adelante en espíritu y verdad.
Más tarde, Pablo nos dará luz
sobre esa presencia interior del Espíritu Santo
cuando habla de que somos templos y sagrarios del este Espíritu. Ya
Jesús había hablado de su Cuerpo como templo. Así, que donde quiera que nos
encontremos podremos implorar las gracias del Espíritu Santo y este nos guiará
por el camino de la conversión, de manera, que podamos adorar a Dios en
espíritu y verdad.
En este tiempo de Pandemia, en
donde muchos templos han tenido que cerrar o limitar la presencia de los
fieles, no nos sintamos abandonados por Dios. Al contrario, Su Espíritu sigue
presente en cada uno de los que le buscamos en “espíritu y verdad”, y vemos
como se está manifestando de tantas
maneras a través de los medios tecnológicos, pero también allí donde hay dos o
más reunidos en su Nombre.
Desde el momento en que Cristo
Resucitado y el Espíritu Santo se hizo presente en su Iglesia, vivimos en el
tiempo del Espíritu. Sepamos dejarnos seducir por El de manera que podamos
discernir los signos de los tiempos para cumplir la voluntad del Padre como lo
hizo Jesús y mantener nuestra fe viva en medio de la tribulación que estamos
viviendo.
¡Ven Espíritu Santo y llena los
corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor! ¡Envía Tu
espíritu y renovaras la faz de la tierra!
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