#196 - Cuando vemos en el Evangelio de San Lucas la narración que este nos dejo de la infancia de Jesús y, como desarrolla su relato desde el anuncio del nacimiento de Juan hasta el nacimiento del salvador, podemos completar esta historia con el anuncio a José de todo lo que estaba aconteciendo con Maria. Esto nos lo narra Mateo más detalladamente.
1:18 Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
1:19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
1:20 Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
1:21 Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
1:22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
1:23 La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel,
que traducido significa: "Dios con nosotros".
1:24 Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,
1:25 y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.
Son tres grandes anuncios que nos ponen ambos evangelistas al comienzo de sus evangelios.
1- El anuncio del nacimiento de Juan, que da a conocer la figura del que sería el escogido por Dios para anunciar al Mesías.
2- El anuncio del nacimiento de Cristo, que es el culmen del plan de salvación del Padre-Dios para la humanidad.
3- El anuncio a José de lo que se había realizado en Maria y como debía actuar ante este suceso.
En los tres debemos vernos presentes cada uno de nosotros. Primero, como nuevos anunciadores del Reino de Dios como lo hizo Juan el Bautista; segundo, la necesidad de abrir nuestros corazones para dar nuestro si a Cristo; tercero, escuchar la voz de Dios, por medio de sus mensajeros, para entenderla y acogerla, aunque no todo este claro a nuestro entendimiento humano.
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