jueves, 21 de julio de 2022

#1605 - El Camino Sinodal 2

 

I.        Origen y finalidad de la misión 

Documento: Ad Gentes 2(Sobre la actividad misionera de la Iglesia) – Concilio Vaticano II

                        Redemptoris Missio 11- San Juan Pablo II

Compendio: “El mandato misionero del Señor tiene su fuente última en el amor eterno de la Santísima Trinidad”: “La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre”. El fin último de la misión no es otro que hacer PARTICIPAR a los hombres en la COMUNIÓN que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de Amor).”

“He ahí por qué la misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros. Quienes han sido incorporados a la Iglesia han de considerarse privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar la fe y la vida cristiana como servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios, recordando que «su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios sino a una gracia singular de Cristo, no respondiendo a la cual, con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad».

Referencias bíblicas:

a)       1 Cor 15, 28 – Cfr. “Y cuando todo le haya quedado sometido, el Hijo se someterá a quien se lo sometió todo para que Dios sea soberano de todo.”

b)      Juan 11, 52 – Cfr. “Y no solamente por la nación judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos.”

Reflexión:

El Padre envió a su Hijo para que diera cumplimiento al Plan que El mismo había establecido para la salvación de los hombres. Por este Plan, el Padre llama a todos los hombres, no sólo a la nación judía. Y nosotros, los bautizados y cristianos comprometidos con la Iglesia, debemos sentirnos responsables de esta misión mucho más que otros.

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