I.
Origen y finalidad de la misión
Documento: Ad Gentes 2(Sobre
la actividad misionera de la Iglesia) – Concilio Vaticano II
Redemptoris Missio 11- San Juan Pablo II
Compendio: “El mandato
misionero del Señor tiene su fuente última en el amor eterno de la
Santísima Trinidad”: “La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza,
misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del
Espíritu Santo según el plan de Dios Padre”. El fin último de la misión no es otro que hacer PARTICIPAR
a los hombres en la COMUNIÓN que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de
Amor).”
“He ahí
por qué la misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de
la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros. Quienes han sido
incorporados a la Iglesia han de considerarse privilegiados y, por ello, mayormente
comprometidos en testimoniar la fe y la vida cristiana como
servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios, recordando que «su excelente
condición no deben atribuirla a los méritos propios sino a una gracia singular
de Cristo, no respondiendo a la cual, con pensamiento, palabra y obra, lejos de
salvarse, serán juzgados con mayor severidad».
Referencias bíblicas:
a)
1 Cor 15, 28 – Cfr. “Y cuando todo le haya
quedado sometido, el Hijo se someterá a quien se lo sometió todo para que Dios
sea soberano de todo.”
b)
Juan 11, 52 – Cfr. “Y no solamente por la nación
judía, sino para conseguir la unión de todos los hijos de Dios que se hallaban
dispersos.”
Reflexión:
El Padre envió a
su Hijo para que diera cumplimiento al Plan que El mismo había establecido para
la salvación de los hombres. Por este Plan, el Padre llama a todos los hombres,
no sólo
a la nación judía. Y nosotros, los bautizados y cristianos comprometidos con la
Iglesia, debemos sentirnos responsables de esta misión mucho más
que otros.
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