El pasado diciembre celebrábamos la encarnación del Hijo de Dios: Jesús. "Y la Palabra se hizo carne y habito entre nosotros". La misma Palabra que existía desde siempre y estaba con Dios Padre creando todas las cosas. El mismo Padre lo va a manifestar como su Hijo Amado en su bautizo y en la transfiguración. En ambos momentos nos pide que escuchemos a su Hijo. Y esta es la gran misión de la Iglesia, escuchar a Jesús para hacer lo que El nos pide, que nos otra cosa que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo a nosotros mismos.
El Papa Emérito, Benedicto XVI, en su Exhortación Apostólica Postsinodal, "Verbum Domini" (La Palabra del Señor), de 2010, nos adentra en este gran misterio de nuestra fe.
Veamos algo de lo que el nos dice:
Introducción
1. La palabra del Señor permanece para siempre, y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos (1 Pe 1, 25: cf. Is 40,8). Esta frase de la Primera carta de san Pedro, que retoma las palabras del profeta Isaías, nos pone frente al misterio de Dios que se comunica a si mismo mediante el don de su palabra. Esta palabra, que permanece para siempre, ha entrado en el tiempo. Dios ha pronunciado su palabra eterna de un modo humano; su Verbo <se hizo carne> (Jn 1,14). Esta es la buena noticia.
4, En la XII Asamblea sinodal, pastores provenientes de todo el mundo se reunieron en torno a la Palabra de dios y pusieron simbólicamente en el centro de la Asamblea el texto de la Biblia, para redescubrir algo que corremos el peligro de dar por descontado en la vida cotidiana: el hecho de que Dios hable y responda a nuestras cuestiones.
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