jueves, 20 de agosto de 2020

#918 - Amoris Laetitia 42


Amoris Laetitia 42

El ser humano fue creado por Dios como un ser sexuado. Macho y hembra los creó para que fueran un solo cuerpo y procreadores de vida humana.

Sin embargo, a través de los tiempos, esta relación conyugal entre los esposos se ha ido contaminando con lo que el mundo busca en términos de placer sexual. Así, muchos matrimonios católicos hemos sentido algún grado de confusión sobre lo que debo o no debo hacer cuando comparto íntimamente con mi pareja.

Aunque la respuesta a esta interrogante puede ser muy personal, como siempre nuestra Madre Iglesia nos orienta al respecto. En su Exhortación Apostólica Postsinodal del Santo Padre Francisco "Sobre el amor en la Familia" nos dice el Papa en los números 150-152 del capítulo IV:

Dimensión erótica del amor
150. Todo esto nos lleva a hablar de la vida sexual del matrimonio. Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para sus creaturas. Cuando se la cultiva y se evita su descontrol, es para impedir que se produzca el «empobrecimiento de un valor auténtico». San Juan Pablo II rechazó que la enseñanza de la Iglesia lleve a «una negación del valor del sexo humano», o que simplemente lo tolere «por la necesidad misma de la procreación». La necesidad sexual de los esposos no es objeto de menosprecio, y «no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad».
151. A quienes temen que en la educación de las pasiones y de la sexualidad se perjudique la espontaneidad del amor sexuado, san Juan Pablo II les respondía que el ser humano «está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones», que «es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del propio corazón». Es algo que se conquista, ya que todo ser humano «debe aprender con perseverancia y coherencia lo que es el significado del cuerpo». La sexualidad no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor. Así, «el corazón humano se hace partícipe, por decirlo así, de otra espontaneidad». En este contexto, el erotismo aparece como manifestación específicamente humana de la sexualidad. En él se puede encontrar «el significado esponsalicio del cuerpo y la auténtica dignidad del don». En sus catequesis sobre la teología del cuerpo humano, enseñó que la corporeidad sexuada «es no sólo fuente de fecundidad y procreación», sino que posee «la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don». El más sano erotismo, si bien está unido a una búsqueda de placer, supone la admiración, y por eso puede humanizar los impulsos.
152. Entonces, de ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos. Siendo una pasión sublimada por un amor que admira la dignidad del otro, llega a ser una «plena y limpísima afirmación amorosa», que nos muestra de qué maravillas es capaz el corazón humano y así, por un momento, «se siente que la existencia humana ha sido un éxito».

¿Cómo interpretas estas palabras del Papa sobre la dimensión erótica del amor?

¿Cómo te ayuda esta orientación en tu manera de ver la relación íntima con tu pareja?

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