viernes, 2 de febrero de 2024

#2158- Jornada mundial de vida consagrada

 Queridos hermanos y hermanas, celebramos hoy en la Iglesia la fiesta de la Presentación del Señor. María y José, fieles a la tradición de su pueblo, entran en el templo con su Hijo a los 40 días de su nacimiento. Del mismo modo, también nosotros, 40 días después de la Navidad, somos llevados y presentados por nuestra madre la Iglesia ante el Dios vivo y verdadero.

El lema de esta XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» nos hace presente la urgente necesidad que tiene nuestro mundo de mostrar la fraternidad, la luz y la esperanza en el Dios vivo, vencedor ante todas las desesperanzas como un bálsamo en medio de tantas divisiones y de tanto dolor producido por las rupturas y las discordias. La fraternidad, la alegría, la confianza en Jesús resu- citado es medicina para la soledad, la tristeza y para cualquier sufrimiento. Es una invitación, a ponernos en camino, a ofrecer lo que somos y tenemos, para que se cumpla su voluntad.

Esta fiesta de hoy quiere recordarnos, como pueblo de Dios consagrado, que todos somos hermanos y que todos estamos convocados a la ayuda mutua, a caminar juntos, al apoyo recíproco sin desentendernos de nadie.

Que esta celebración, por la escucha de la Palabra de Dios y el sacramento de la eucaristía, que nos compromete a ser pan, partido y repartido como él, nos recuerde vivamente a todos la esencia de nuestra vocación consagrada: ser ofrenda generosa al Señor para nuestro mundo sufriente, esperanza que camina, con todas las periferias existenciales de nuestro mundo. «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad».


ORACIÓN

Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad.

Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida, no es tan sencillo y no siempre sabemos cuál es tu voluntad. Con tu gracia, nos abandonamos en tus brazos con absoluta confianza y te decimos:

«No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42).

¡Que se haga tu voluntad en mí, en nosotros!

Padre santo, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. ¡Que te bendigan, Señor, los que escuchan tus susurros, y se ponen en camino sin miedo a la noche fría o al calor! Que te bendigan, Señor, junto a los descartados de este mundo que apenas oyen tu voz, y recobran la esperanza de un «nosotros» fraterno.

Padre santo, como barro en tus manos, modela en cada uno de nosotros el deseo de servirte y anunciarte, de descubrir tu voluntad que nos recrea y transforma en vasijas nuevas, para reconfortar y humanizar, en tu Nombre, el mundo roto y convulso en el que vivimos y nos movemos. ¡Acrecienta en nosotros la pasión compartida, a la escucha de tu voz!

Te bendecimos, Señor, todos los que buscamos tu voluntad y ofrecemos nuestra pequeñez a tu servicio, al compromiso del bien común y a la artesanía de la justicia y la paz.

Que tu Espíritu nos transforme en signos de tu voluntad encarnada.

Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad.

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