Venerar el inviolable derecho a la vida
38. El efectivo reconocimiento de la
dignidad personal de todo ser humano exige el respeto, la defensa y la
promoción de los derechos de la persona humana. Se trata de derechos naturales,
universales e inviolables. Nadie, ni la
persona singular, ni el grupo, ni la autoridad, ni el estado, pueden
modificarlos y mucho menos eliminarlos, porque tales derechos provienen de Dios
mismo.
La inviolabilidad de la persona,
reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo Dios, encuentra su primera y
fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana… el derecho a la
vida…condición de todos los otros derechos de la persona.
El titular de tal derecho es el ser
humano, en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepción hasta
la muerte natural; y cualquiera que sea su condición, ya sea de salud que, de
enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de miseria.
Si bien la misión y la responsabilidad
de reconocer la dignidad personal de todo ser humano y de defender el derecho a
la vida es tarea de todos, algunos fieles laicos son llamados a ello por un
motivo particular. Se trat de los padres, los educadores, los que trabajan en
el campo de la medicina y de la salud, y los que detentan el poder económico y
político.
En la aceptación amorosa y generosa de
toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un
momento fundamental de su misión, tanto más necesaria cuanto más dominante se
hace una «cultura de muerte» … Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el
mundo. La Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe
descubrir el esplendor, de aquel “Si”, de aquel “Amen” que es Cristo mismo…
Corresponde a los fieles laicos que más directamente o por vocacion o profesión
están implicados en acoger la vida, el hacer concreto y eficaz el “si” de la
Iglesia a la vida humana.
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