Las Sagradas
Escrituras
En Belén, contiguo al claustro de los Franciscanos, se
encuentra la Iglesia de Santa Catalina. Aquí estuvo San Jerónimo, uno de los
Padres de la Iglesia Oriental, a quien el Papa Damaso I le encarga la
traducción latina de los Evangelios y del Antiguo Testamento. San Jerónimo tardó
15 años
en terminar este encargo y es la versión conocida hoy como La Vulgata. En 1546,
el Concilio de Trento determinó que esta sería la versión oficial de
Las Sagradas Escrituras. En 1979, San Juan Pablo II, ordeno una redición de
esta para ajustarla a los idiomas originales: hebreo, arameo y siriaco.
Esta Palabra escrita es inspirada por el Espíritu Santo por
lo cual es palabra de Dios no importa quien fue el autor humano pues su
inspiración no puede tener error. Goza de inerrancia.
Nos dice la Carta a los Hebreos en 4, 12 que: “…la palabra
de Dios es fuente de vida y de eficacia; es mas cortante que espada de dos
filos y penetra hasta dividir lo que el ser humano tiene de mas íntimo, hasta
llegar a lo profundo de su ser, poniendo al descubierto los más secretos pensamientos
e intenciones…”
El Concilio Vaticano II definió los siguientes criterios
para autenticar Las Sagradas Escrituras:
1-
Que su contenido tenga unidad – no puede haber contradicción
entre sus libros
2-
Que se lea en la tradición viva de la Iglesia,
que es quien determina cuales libros son Palabra de Dios. Esto es lo que
llamamos Canon
3-
Que tenga analogía de fe – cohesión de las
verdades de la fe
Hay en Las Sagradas Escrituras dos sentidos:
1-
Sentido literal
2-
Sentido espiritual – que incluye el alegórico, el
moral y el anagógico
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre La
Sagrada Escritura:
No.
102: “A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice una
sola palabra, su Verbo único, en quien el se dice en plenitud (cf Hb 1, 1-3)”
No.
103: “Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras
como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el
Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo (cf DV 21)”
No.
108: ”…Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que
Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el
espíritu a la inteligencia de las mismas (cf Lc 24,25)”
No.
125: “Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras <por ser el
testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro
Salvador> (DV 18)”
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