Cuando hablamos del compromiso que como católico debemos asumir, tenemos que cambiar muchas de las actitudes que a diario nos impiden movernos con la prontitud y entrega necesaria.
En primer lugar, tenemos que centrarnos en Cristo y su proyecto de vida. Es decir, dedicarnos a ser los mejores de sus discípulos, llevando su mensaje a todos los ambientes en donde nos movemos y actuando en cada situación como El lo haría (misioneros). Para lograr esto tenemos que meditar diariamente Su Palabra para discernir que me pide hoy el Señor a mi y actuar acorde. Quizás esto nos exija establecer un orden de prioridades para darle atención a aquello o a quienes necesiten mas de nuestros servicios. Esto podría significar salir de nuestro ambiente rutinario familiar y salir a dónde más nos necesitan: al vecino enfermo o en soledad, al enfermo hospitalizado, el servicio a la Parroquia, la participación en las actividades parroquiales y diocesanas o tal vez la búsqueda de nuestro propio crecimiento como persona y como cristiano.
De igual manera este compromiso con Cristo no puede detenerse por nada: una novela o programa de televisión, un aguacero o un especial comercial.
Tengamos también cuidado con las múltiples devociones, movimientos y grupos eclesiales de nuestra Iglesia. Que no perdamos por estas vías, como sucede a veces, nuestro norte, que es Cristo. Todo nos tiene que llevar a ser otros Cristos. por lo tanto, aquello que nos distraiga de esta meta tenemos que evaluarlo seriamente, aun cuando sean cosas de la misma Iglesia.
Pidamos al Espíritu Santo la luz para discernir lo que es correcto hacer en cada momento.
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