El preparar a nuestros nietos y biznietos para enfrentar la retante tarea de que estos fueran en su momento hombres y mujeres capaces de dar testimonios de superación, verticalidad y esfuerzo en la realización de sus vidas, es la razón de este escrito.
Creo firmemente que como una familia numerosa y extendida hemos compartido una serie de herramientas, desarrolladas magistralmente por todos, que nos han invitado a reflexionar seriamente sobre nosotros mismos, nuestra relación de pareja y los hijos. La distancia que por razones geográficas y personales habían evitado el encontrarnos todos frecuentemente se ha ido reduciendo al comenzar a reunirnos periódicamente. Todo esto ha sido un gran logro.
Sin embargo, todavía nos falta mucho por caminar. Más que nada me entristece y preocupa el que podamos estar tirando la toalla ante los problemas que cada uno este enfrentando en este momento. Y me preocupa porque entiendo que por más difícil que parezcan de superar todos pueden ser superados.
Y estoy convencido de que todos pueden ser superados porque confío plenamente en la capacidad de cambio y en la inteligencia y la bondad de cada uno de nosotros.
Tal vez un factor de importancia que no está ayudando sea el de que, envueltos como estamos en la búsqueda de bienestar y progreso profesional, personal-familiar y económico, no se ha hecho un alto serio y auténtico para expresar los sentimientos abiertamente en aras de “negociar” un consenso de las acciones a tomar para que se consiga la armonía necesaria.
Es normal en cualquier relación entre humanos que nuestras personalidades choquen en algún momento o en muchos momentos en casos extremos. Nos criaron diferentes a cada uno, aun a los del mismo hogar o familia. Desarrollamos diferentes actitudes ante la vida y en como enfrentarla a medida que fuimos adquiriendo experiencia. Y esto no se cambia en un año o en unos años. Es mas, hay rasgos y vicios de nuestra personalidad que nunca cambiaran. Ahí es que está el reto de cualquier relación humana.
Por esto, mis sentimientos en esta hora son de profunda frustración al ver como la confianza plena que tenia en sus capacidades de resolver positivamente los problemas y diferencias no esta siendo correspondida. Los veía, si vulnerables a las corrientes del mundo y a sus propias debilidades, pero los creía profundamente capaces de superarlas. Todavía lo pienso así.
Los lazos espirituales que a través de Cuarta Generación hemos ido tejiendo a lo largo de estos años deben comprometernos a cerrar las heridas del pasado y con gran ilusión dar paso a un nuevo día. Habrá heridas que aun estén abiertas y otras cuyas cicatrices nos recuerden algo que no quisiéramos que se repita. La única forma de curar unas y no repetir las otras es tratándolas con continuas dosis de amor y de perdón, que es también amor.
Este es solo un consejo de un padre, que hoy llora por sus hijos, los de sangre y los adoptivos, porque siente que cada uno de ellos está de igual forma llorando o preocupado por el momento que están viviendo.
No se precipiten en decisiones tan cruciales y con efectos permanentes para sus hijos. Es lo único que les pido.
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