Para el católico debe ser de suma importancia cuidarse de no ser agente de división en los grupos, movimientos o ministerios en donde esté integrado. En ocasiones, el celo por entender que nuestro punto de vista es el mejor, nos lleva a confrontaciones con otros hermanos. Incluso, a veces nos lleva a retirarnos un poco o totalmente de las actividades parroquiales. Por eso, aprendamos a dialogar y saber llegar a consensos cuando hay discrepancias en los grupos. También, como dice Pablo, cuidémonos de no poner cargas pesadas a los más débiles, a los que están comenzando, a los que estando en camino de formación.
De igual manera, trabajemos siempre aceptando la diversidad de dones, carismas y ministerios a los que el Señor nos llama, ya sea individualmente o en comunidades de fe. El Documento Conclusivo de Aparecida en su número 309 nos llama a que la Parroquia sea una "comunidad de comunidades".
Y esto solo es posible cuando todos, tanto a nivel individual y a nivel comunitario, comencemos a remar para hacia una misma dirección, anteponiendo el bien de la Comunidad Parroquial por encima de nuestro gustos o pareceres o de el de nuestro grupo. Porque todos somos en primer lugar de Cristo, que nos quiere unidos siempre.
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