La palabra nos invita a reconocer nuestro pecado, confiar en el Dios de la Promesa y a practicar la Ley del Amor.
Ester 14,
1.3-5.12-14 – Señor mío, único rey nuestro, protégeme, que estoy sola y no
tengo otro defensor que tu. Yo misma me he expuesto al peligro.
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