En su Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici de 1987, “Sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”, San Juan Pablo II escribe como si estuviera hablándonos en el momento que actualmente estamos viviendo en el mundo y en la Iglesia.
Una comunión orgánica: diversidad y complementariedad
20. La comunión eclesial se configura, más precisamente, como
comunión «orgánica», análoga a la de un cuerpo vivo y operante… esta
caracterizada por la simultanea presencia de la diversidad y de la
complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios,
de los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y
complementariedad, cada fiel laico se encuentra en relación con todo el cuerpo
y le ofrece su propia aportación.
… en la síntesis trazada por el Concilio, Jesucristo – leemos en
la Constitución Lumen Gentium- «comunicando su espíritu, constituye
místicamente como cuerpo suyo a sus hermanos, llamados de entre todas las
gentes… Uno es el Espíritu que, para la utilidad de las Iglesias, distribuye
sus múltiples dones con magnificencia proporcionada a su riqueza y a las
necesidades de los servicios (cf. 1 Co 12, 12). Entre estos dones ocupa el
primer puesto la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu somete
incluso a los carismáticos (cf. 1 Co 14). Y es también el mismo Espíritu que, con
su fuerza y mediante la íntima conexión de los miembros, produce y estimula la
caridad entre todos los fieles. Y por tanto, si un miembro sufre, sufre con el
todos los demás miembros; si a un miembro lo honran, de ellos se gozan con el
todos los demás miembros (cf. 1 Co 12,26).
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