viernes, 4 de octubre de 2019

#663 - Evangelio de Marcos

El evangelista Marcos le escribe principalmente a no judíos, a quienes tenía que explicar la herencia religiosa de su pueblo y como esta se manifestó en Cristo Jesús.

Un resumen en forma de poesía nos narra todo su evangelio.

Aplicando a Marcos

Preparad el camino, abonad bien la tierra,
porque el Señor espera para entrar a sus templos,
y llenarles de Su Espíritu pa que florezcan Sus dones.
Don de temor y consejo, de fortaleza y piedad,
de ciencia y entendimiento, y don de sabiduría.

Con los dones por escudo y por armas de defensa,
como Cristo fue probado, te probarán en la lucha,
de predicar la palabra, de convivir en el mundo,
y tendrás que definirte: con el Cristo o contra El.
Si con El, serás discípulo, y su ruta seguirás.

El Espíritu Divino que ha venido sobre ti,
para sanar a los hombres, el poder te brindará.
Serás consuelo de muchos y envidia de muchos otros.
Serás sensible al dolor y perdonarás a todos.
Preferirás a los pobres, a enfermos y marginados.

La Ley de Dios quedará grabada en tu corazón,
y te dará libertad para discernir tus pasos.
Será el sábado para el hombre y libre estarás de hacer
el bien en cualquier momento, pues superarás la Ley.
Ya no serás más esclavo de como entenderla bien.

Escogió el Señor los doce para poder ilustrar
que como a su pueblo antiguo hoy escogía uno nuevo.
Y así establecía la Iglesia para llevar la noticia:
que su Reino había llegado, que había un mensaje nuevo.
Somos sus nuevos discípulos, somos ese pueblo nuevo.

Quiso Jesús desde entonces establecer su familia.
Atentos a Su Palabra y con fe viva en el Cristo,
serán todos sus hermanos, sus hermanas, sus amigos,
y su madre y su padre, todo el que siga el Camino.
Pensaron que estaba loco sus parientes por tal giro.

Los fariseos, en cambio, le vieron cual Belzebú;
quisieron dilapidarlo como mandaba la Ley,
pues se proclamaba Dios, perdonando los pecados.
Pero el Maestro, astuto, se les escapó al momento,
y su mensaje en parábolas decidió ir transmitiendo.

 Y comenzó con la siembra de la Palabra de Dios.
A la vera del camino la semilla no creció,
entre piedras las raíces no pudieron hallar fondo;
en la maleza se ahogó y aunque creció no dió fruto.
Solo en el terreno bueno dio porcientos generosos.

A sus discípulos dijo de lo que trataba el cuento:
el del camino es tan duro que allí nada crecerá,
la tierra de el de las piedras es muy pobre y muy llana,
en la maleza del mundo se encuentra el de la cizaña.
Más quien prepara su tierra producirá en abundancia.

Porque al que tiene se le dará, al que no tiene,
hasta lo que tiene le será quitado.
Pues miran y no ven, oyen y no escuchan.
Sólo cuando tengan fe y se conviertan,
ante si descubrirán los misterios de Su Mundo.

El Reino, que cual semilla, va Dios dándole el aliento.
Que es semilla tan pequeña como la de la mostaza,
pero que crece tan grande, tan hermosa  y portentosa,
que es lugar para los nidos, cobijo para el sediento.
Parece insignificante, pero al final, abundante da sus frutos.

Y el Cristo sigue atendiendo a los que a El acuden,
y va sanando sus cuerpos y expulsando sus demonios.
Y perdona sus pecados ante el asombro de muchos,
por amor, por Su poder hasta resucita muertos,
sólo nos exige fe, confianza plena en Su aliento.

Jesús domina las aguas y calma la tempestad,
pero le pide a los suyos que no le llamen Mesías;
no quiere que le confundan con un taumaturgo mas.
Va preparando sus mentes para que entiendan su fin.
Se dice Hijo del Hombre, como lo llama Daniel.

Los discípulos reciben, de Cristo todo poder,
y curando van enfermos, ungiéndoles en aceite.
Los envía sin alforjas, sólo bastón y sandalias.
Les reprime cuando quieren callar a otros, que igual,
en Su Nombre van sanando sin ser por El escogidos.

Los fariseos celosos buscan porque condenarle,
le preguntan por Moisés y el divorcio permitido,
Pero El les recuerda cómo, no fue así en el principio.
Serán una sola carne y lo que Dios haya unido,
que no lo separe el hombre por su maldad y egoísmo.

Cuando le piden del mal cual es el origen dice,
que toda maledicencia, envidia, impureza y crimen
de adentro del corazón, del hombre es de donde sale.
Por eso nos recomienda cortar lo que nos condena
y así por la puerta estrecha a su Reino penetrar.

Son su actos el muestrario de Su Divino poder;
así camina en el lago sobre las aguas bravías;
y multiplica los panes para darle a muchedumbres.
Es compasivo con todos los que humildes se le acercan,
con la viuda, con el jefe, con el ciego y con el mudo.

Camina la Galilea, la Decápolis, Samaria y la Judea,
y le siguen multitudes, ansiosas de pan y cuido,
y cual ovejas las cuida y se preocupa por ellas.
Mas inicia a sus discípulos también en el repartir
el pan que calma su hambre y el amor que trae la paz.

Cuando se le acerca un rico que es cumplidor de la Ley,
se maravilla del chico y le invita a acompañarlo.
Pero que triste se queda cuando ve que aquél muchacho
no puede dejar las cosas que al mundo le han amarrado,
y se despiden al punto y el Cristo sigue su rumbo.

Sencillos, limpios y sanos, así como son los niños,
quiere que seamos todos y seremos acogidos,
como en la falda de un padre, que amoroso da su abrigo.
Ni aún El transfigurado, captaban los preferidos
que estaban ante el Dios Santo, el Hijo de Dios, ungido.

Discuten un día Juan y Santiago por los puestos,
allá en el trono de Dios, y el Maestro los reprende;
les dice no será así en el Reino del Señor.
Han de servir como El vino también a servir a todos,
no ha tiranizar los pueblos como jefes poderosos.

Para tratar de atraparlo le preguntan si el impuesto
al César es necesario, antes que culto al Señor.
Mas El viendo su maldad da Su celebre repuesta:
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Y sube a Jerusalén en un borriquillo hermoso,
y se cumplió la escritura del profeta Zacarías.
El pueblo en pleno lo clama con mantos y ramas sueltas,
es el Hijo de David, bendito el que viene a cuestas.
Hay júbilo entre los suyos, más tarde habrá tristeza.

Ahora el Cristo habla en símbolos:
de aquellos jefes del pueblo, de quienes frutos no ha visto.
Les compara con la higuera que ha encontrado en el camino,
y que no sacia su hambre pues no ha producido higos.
Ha llegado ese momento de enfrentarse al enemigo.

Y aquellos hombres cerrados se sienten por aludidos
cuando Jesús les recuerda que han matado a los profetas.
No reconocen quien es Aquél que sembró la viña,
y también en su maldad también matarán al Hijo.
Por eso el Reino a éstos el Señor le quitará.

Mas al llegar a su Templo su indignación se acrecienta.
Lo han convertido en mercado, parece más una feria.
Una cueva de ladrones, lo llama, y se avergüenza,
de que aquel recinto santo de oración no sea ofrenda.
Y los jefes disgustados buscan desquitar la afrenta.

Entonces los saduceos toman la resurrección,
como punto de debate, a ver que el Maestro opina.
Que en el Cielo ya no habrán relaciones maritales,
pues seremos cual los ángeles les responde ante el acecho.
Y que Dios es Dios de vivos con la Escritura les prueba.

Al maestro que sincero le pregunta de la Ley
cual es el primer mandato, le dice que sólo en dos
se resume la Ley Santa: amar a Dios sobre todo,
tenerlo en el corazón y en el centro de tu alma,
y amar al prójimo siempre como te amarías tu mismo.

Cuando pregunta Jesús por quien le tienen los hombres,
unos dicen que un profeta y otros que es el mismo Elías.
Entonces Pedro es quien dice que no es otro que el Mesías,
y Jesús dice  que a nadie le revele lo que el Padre
le ha revelado a ese hombre que la Iglesia tendrá a cargo.

Al acercarse la Pascua, fiesta grande del judío,
el Maestro les envía a preparar el salón.
Allí en la tarde se sientan alrededor de la mesa.
Ya Judas, de entre los doce, había acordado entregarlo.
Los miembros del Sanedrín con monedas le pagaron.

Y presidiendo el banquete Jesús levantando el pan
lo bendijo y repartiendo, “este es Mi Cuerpo” les dijo.
Igual hizo con el vino, “sangre de la Nueva Alianza”,
y les pidió a su memoria realizaran aquel acto,
y al huerto de los Olivos les invito a ir a orar.

Sol se quedó el Señor orando y sangre sudando,
pues se acercaba la hora de su esperado martirio.
Pidió fuerzas a su Padre y asumió su voluntad.
Entonces llegaron ellos, enviados de los Sumos,
que guiados por el Judas arrestado lo llevaron.

Y frente a los sacerdotes buscaban como acusarlo,
pero las pruebas traídas apenas se sustentaban.
Entonces fue, que el Jefe, rasgando sus vestiduras
le acusó de blasfemar, de decirse Hijo de Dios,
y a morir le condenó según decían sus leyes.

Pedro, quien le había nombrado por Mesías un buen día,
quien quiso morir por El si hacerlo era preciso,
le negó, casi seguido, por tres veces, frente a todos.
Ya se lo había adelantado Jesús durante la Cena,
y el gallo cantó en la noche y Pedro lloró en suspiros.

Pero el César gobernaba, y era por tanto Pilato,
su representante pleno, quien decidiría el caso;
y por esto lo llevaron ante aquel, pa interrogarlo.
No encontrando culpa en Cristo que mereciera matarlo,
quiso azotarlo y soltarlo pero el pueblo no lo quiso.

 Después de burlas e insultos y después de coronarlo
con las espinas hirientes, al Gólgota lo llevaron.
A Simón, el de Sirene, se buscaron pa ayudarlo
a cargar la cruenta cruz en donde habrían de colgarlo.
Los discípulos en tanto, huyeron despavoridos.





Se cumplía así la misión para la cual vino el Hijo.
Y derramose Su Sangre y murió su cuerpo santo,
Y aquel Cordero inmolado abrió el Santuario Nuevo,
desgarrando en el Templo como señal su vestuario.
Era en verdad del Dios Santo aquel su Hijo querido.

Defraudados se quedaron al ver morir al maestro,
y con miedo se alejaron uno por uno, en silencio.
Tuvo que venir José, fariseo de Arimatea,
A recoger el cadáver y enterrarlo tras la piedra.
Las mujeres preparaban, en tanto, óleos y telas.

Así, por la mañanita, fueron prestas al sepulcro.
!Que sorpresa tan inmensa se encontraron al no hallarlo!
Y no sabían que hacer y si debían contarlo.
Mas llegaron Pedro y Juan y, aunque asustados y exhaustos,
comprendieron las palabras que el Maestro había dicho.

Días mas tarde le vieron algunos de sus discípulos.
Luego se aparece a todos y les confirma el suceso:
ha resucitado el Cristo como lo había prometido.
Ahora les envía al mundo con el poder de El mismo.
El que ha vencido el pecado también la muerte ha vencido.

William Quintana Nieves
                                                                                                                               7 de mayo de 2007

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