Ayer inauguraba entusiasmado mi bañera nueva. Había reemplazado todo: tubería y llaves. Todo funcionó a perfección por unos minutos hasta que de pronto, el flujo del agua se detuvo totalmente.
La raíz del problema era que los escombros de cemento y arena, de pega , que quedaron en la tubería habían tapado el filtro del agua que la llave trae para esos propósitos. Luego de limpiar el filtro todo volvió a la normalidad.
Este suceso me llevó a reflexionar sobre las muchas veces que por medio de un retiro o encuentro personal con el Señor sentimos que hemos renovado nuestro espíritu y entusiasmados nos abrimos a la acción del Espíritu Santo. La fuente de amor del Espíritu fluye entonces con gran fuerza e ímpetu. Pero a veces, como pasó con mi llave del agua, después de un tiempo todo se paraliza y disminuye el impulso que se había generado.
Cuando esto sucede debemos tomar conciencia de que todavía quedan cosas en nuestra alma que han hecho disminuir nuestro entusiasmo y que debemos seguir limpiando.
Busca en tu conciencia, es decir en el filtro que Dios Padre ha instalado en cada ser humano, y pídele que te ayude a limpiarlo para que el agua viva del Espíritu siga fluyendo con fuerza.
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