Mateo 10,1-7
Tal como los apóstoles de Jesús somos llamados y enviados al mundo con una misión. La lista de realidades que nos aquejan y oprimen puede acobardar o atemorizar a cualquiera. Es necesaria una vivencia profunda de fe y de comunidad que nos convierta en signos visibles de esperanza, paz y acogida, especialmente para todos aquellos que no encuentran caminos de justicia y dignidad. Sin arraigo y sin identidad no será posible el crecimiento personal y, sin lugar a dudas, será menos probable el deseo de entrega y de servicio a los demás. Tomar conciencia del llamado a la vida como promesa de futuro esperanzador, se consigue en la medida que nos sabemos insertos en el plan redentor y salvífico de Dios. Una vez incorporados a la comunidad, es vital el reconocimiento de las personas con quienes vivo y celebro mi fe, aprendiendo a aceptarlas con sus necesidades y posibilidades. Y, sólo así, nos podremos reconocer parte activa de ese proyecto que apasionó a Jesús y a la comunidad discipular, el Reino.
Diario Bíblico Claretiano 2025
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