El Domingo de la Palabra de Dios, querido por el Papa Francisco en el III Domingo del Tiempo Ordinario de cada año,[1] recuerda a todos, pastores y fieles, la importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana, como también la relación entre Palabra de Dios y liturgia: “Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera.
Por medio de las lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia, Dios habla a su pueblo y Cristo mismo anuncia su Evangelio; Cristo es el centro y la plenitud de toda la Escritura: Antiguo y Nuevo Testamento. La escucha del Evangelio, punto culminante de la Liturgia de la Palabra, se caracteriza por una particular veneración, expresada no solo en los gestos y en las aclamaciones, sino también en el mismo libro de los Evangelios
El Domingo de la Palabra de Dios es una invitación a escuchar con más atención y agradecimiento la Palabra que Dios nos dirige, a responder con mayor alegría y decisión, a vivir con más entusiasmo y esperanza, a practicar cada día con mayor vigor y a orar para que el Espíritu Santo abra nuestros oídos y nuestros corazones.
Que la Virgen María nos acompañe en este domingo con el ejemplo de su vida y su constante intercesión, para que estemos siempre abiertos para escuchar la Palabra de Dios, meditarla y saborearla, anunciarla, celebrarla y vivirla cada día.
Feliz domingo a todos
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