Ser católico es ser instrumento de paz. Hoy, que nuestra Iglesia celebra,como todos los años, la Jornada Mundial por la Paz, debemos cada uno de nosotros preguntarnos cuánta paz proyectamos ante los demás y al mundo: en nuestras familias, comunidades, parroquias, en nuestro país. Y como católicos debemos denunciar la fabricación de armas mortíferas de todo tipo. No se justifica por ninguna causa la venta de armas para uso personal a no ser a las autoridades de seguridad privadas o del Estado. Menos se justifica el gasto exorbitante en ejércitos y armas de destrucción máxima cuando el ser humano tiene la capacidad de resolver las diferencias entre naciones de forma inteligente por medio de la diplomacia y de los organismos internacionales que se han creado con ese propósito. Así lo demuestran las pocas naciones, por ejemplo Costa Rica, que no cuentan con un ejército nacional, y otras muchas, que si lo tiene no es este su mayor presupuesto de gastos.
Denunciamos por esto esta inversión que lo que ha hecho es empobrecer a muchos países, que pudiendo canalizar esos dineros para cubrir las necesidades básicas de sus habitantes, lo malgastan en armamentos y ejércitos.
Hoy oramos por la paz, una paz verdadera y permanente porque la misma esté basada en la justicia de los que sufren necesidad: necesidad de que se escuchen sus reclamos de tierra, vivienda, comida, libertad de expresar sus culturas y su religión o sus ideas.
Para ello, las naciones con más recursos tienen que comenzar de verdad a compartir lo que tienen con las más pobres y subdesarrolladas. Y esto no es solo recoger millones en Conferencias de Recaudación con mucha pompa por aquel u otro país para que finalmente se resuelva muy poco. Se necesita más compromiso y honestidad para que las raíces de la ausencia de paz en el mundo se extirpen para siempre. Se necesita practicar el amor humano hasta lo sublime del Amor de Dios.
Y es que la verdadera paz es mucho más que la ausencia de guerras, sobretodo si esta paz está fundada, como lo creen muchos lideres, en el miedo y la desconfianza. Ya por eso me armo hasta los dientes, para amedrentar al posible enemigo.
Podemos ser agentes de paz si comenzamos a concientizar sobre la necesidad de prohibir la fabricación de las armas de fuego y combatir las leyes que promueven este mercado.
Que contradicción tan grande que el hombre mate a otro hombre por puro egoísmo y nada más. En esto somos inferiores a los mismos animales. Si fuera por defender su vida se entendería un poco, pero las mas de las veces lo hace por sus propios intereses personales o nacionales.
No seamos parte de este mal de la violencia, seamos constructores de La Paz.
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