Reflexionando sobre cada uno de estos discursos caminemos como discípulos del Señor y afiancemos nuestro compromiso como cristianos.
Discurso en Parábolas
(Texto tomado de "El libro del pueblo de Dios")
LAS PARÁBOLAS DEL REINO
A pesar de la oposición cada vez
más abierta, Jesús no se deja intimidar. Él nos enseña qué es el Reino de los
Cielos en forma de siete parábolas, agrupadas por san Mateo en el tercer
discurso de su Evangelio. Por medio de estas breves comparaciones, tomadas de
la vida cotidiana, el Señor llama a la reflexión y busca la manera de entrar en
diálogo con sus oyentes. Las parábolas descorren un poco, aunque no
del todo, el misterio del Reino de Dios. Ese Reino escapa a toda
definición: es como...; se parece a...; se puede comparar con...
De estas parábolas se desprende
que el
Reino de los Cielos es una «nueva situación», un «nuevo estado de cosas» que
viene de Dios y se inicia con Jesús, pero reclama la respuesta de los hombres.
Sus
comienzos son muy modestos y apenas perceptibles. Inaugurado por el «sembrador»
que sale a sembrar, debe fructificar hasta la cosecha definitiva, de manera
misteriosa y más allá de las contradicciones y los fracasos aparentes. Nada
puede impedir que siga adelante, y sin duda terminará por transformarlo todo.
Por él vale la pena sacrificar incluso los bienes más preciosos. Ya se ha hecho
visible, pero sólo al fin se manifestará plenamente.
Parábola
del sembrador (Mt 13, 1-23)
(Mc. 4. 1-2 Lc. 8. 4)
(Mc. 4. 3-9 Lc. 8. 5-8)
3 Les decía: «El sembrador salió a
sembrar. 4 Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los
pájaros las comieron. 5 Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no
había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
6 pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. 7
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. 8 Otras
cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras
sesenta, otras treinta. 9 ¡El que tenga oídos, que oiga!».
(Mc. 4. 10-12 Lc. 8. 9-10 Mt. 25.
29)
(Mc. 4. 25 Lc. 8. 18; 10. 23-24)
10 Los discípulos se
acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?». 11 Él
les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino
de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene, se le dará más todavía
y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
13 Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no
escuchan ni entienden. 14 Y así se cumple en ellos la profecía de
Isaías, que dice: Por más que oigan, no
comprenderán, por más que vean, no conocerán.
15 Porque el corazón de este
pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han
cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
16 Felices, en cambio, los ojos de
ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. 17 Les aseguro que muchos
profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que
ustedes oyen, y no lo oyeron.
(Mc. 4. 14-20 Lc. 8. 11-15)
18
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. 19 Cuando
alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata
lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la
semilla al borde del camino. 20 El que la recibe en terreno pedregoso es el
hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
21 pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene
una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
22 El
que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero
las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no
puede dar fruto. 23 Y el que la recibe en tierra fértil es el
hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien,
ya sesenta, ya treinta por uno».Esta es la única parábola que Jesús explica luego en detalles a sus discípulos lo cual denota la importancia de la misma y el deseo de EL de que sus discípulos ubicaran su vida y y superaran los obstaculos que les impedían seguirlo- El Sembrador sin ninguna atadura.
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