En su libro "Testigos de la esperanza", monseñor Francois-Xavier Nguyen Van Thuan, entonces Presidente del Consejo Pontificio de Justicia y de la Paz y, víctima de la persecución y encarcelado siendo Obispo Católico en Vietnam, nos trae esta reflexión sobre el abandono.
En el capitulo 10 nos sigue diciendo:
"El Hijo, sintiéndose abandonado por el Padre, se vuelve a abandonar en El con un acto de amor infinito: <Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu>. manifiesta así que es una sola cosa con el Padre, en el amor; uno con el en ese Espíritu de amor que los une.
Así pues, la experiencia de la separación mas grande de Dios encierra, misteriosa pero realmente, la experiencia de la unidad mas plena con el Padre.
... En esta sorprendente y divina dinámica de amor, todo dolor nuestro es acogido y transformado, todo vacío llenado, todo pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios son superados".
"Hay un misterio abismal en aquel grito que encierra en si todos los gritos de la humanidad. Es el grito del parto de la <nueva creación>, de nuestro nacimiento como hijos de Dios.
...Podemos si, reconociendo en cada dolor personal y ajeno una sombra de su infinito dolor,. un aspecto, un rostro de el, cada vez que se presenta no lo alejamos de nosotros, sino que lo acogemos en nuestro corazón, como si lo acogiéramos a el. Y si luego, olvidándonos de nosotros mismos, nos lanzamos a hacer lo que Dios nos pide en ese momento presente, en el prójimo que el nos pone delante, dispuestos solo a amar. Veremos entonces muy a menudo que el dolor se desvanece como por encanto y que en el alma permanece solo el amor.
Valorar cada dolor como uno de los innumerables rostros de Jesús crucificado y unirlo al suyo significa en verdad entrar en su misma dinamia de dolor-amor...".
"...unir cada dolor al de Cristo en la cruz significa también convertirse, con El y en El, en instrumentos de salvación.
Todo lo podemos unir a Jesús crucificado, que esta allí en el altar. y podemos identificarnos con El. Así, en la fe, podremos alegrarnos <alborozados en la revelación de su gloria> (1 Pe 4, 13).
Cristo crucificado es nuestra esperanza.
<Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación> (2 cor, 1,5)".
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