En su Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici de 1987, “Sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”, San Juan Pablo II escribe como si estuviera hablándonos en el momento que actualmente estamos viviendo en el mundo y en la Iglesia.
Capitulo I. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos
La dignidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misterio
EL MISTERIO DE LA VIÑA
8… los fieles laicos no son simplemente los obreros que
trabajan en la viña, sino que forman parte de la viña misma: (Jn 15,5) …
Ya en el Antiguo Testamento los profetas recurrieron a la
imagen de la viña para hablar del pueblo elegido. Israel es la viña de
Dios, la obra del Señor, la alegría de su corazón. (Jr 2,21); Ez 19,10; Is 5,
1-2).
Jesús retoma el símbolo de la viña y lo usa para revelar
algunos aspectos del Reino de Dios (Mc 12, 1; cf. Mt 21, 28 ss).
El evangelista Juan nos invita a calar en profundidad y nos
lleva a descubrir el misterio de la viña. Ella es el símbolo y la figura, no
solo del Pueblo de Dios, sino de Jesús mismo. El es la vid y nosotros, sus
discípulos, somos los sarmientos; El es la «vid verdadera» a
la que los sarmientos están vitalmente unidos (cf. Jn 15, 1 ss.).
«Cristo es la verdadera vid, que comunica vida y fecundidad
a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en El por medio de la
Iglesia, y sin El nada podemos hacer (Jn 15, 1-5)». La Iglesia misma es, por
tanto, la viña
evangélica.
Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se
revela la «identidad»
de los fieles laicos, su original dignidad.