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domingo, 11 de febrero de 2024

#2167- Jornada Mundial del enfermo

 MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA XXXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2024

«No conviene que el hombre esté solo».
Cuidar al enfermo cuidando las relaciones

 

«No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Desde el principio, Dios, que es amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional.Así, nuestra vida, modelada a imagen de la Trinidad, está llamada a realizarse plenamente en el dinamismo de las relaciones, de la amistad y del amor mutuo. Hemos sido creados para estar juntos, no solos. Y es precisamente porque este proyecto de comunión está inscrito en lo más profundo del corazón humano, que la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana. Y lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave.

Pienso, por ejemplo, en cuantos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de Covid-19; en los pacientes que no podía recibir visitas, pero también en los enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en las salas de aislamiento. Y obviamente no olvidemos a quienes debieron afrontar solos la hora de la muerte, solo asistidos por el personal sanitario, pero lejos de sus propias familias.

Al mismo tiempo, me uno con dolor a la condición de sufrimiento y soledad de quienes, a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin asistencia. La guerra es la más terrible de las enfermedades sociales y son las personas más frágiles las que pagan el precio más alto.

Sin embargo, es necesario subrayar que, también en los países que gozan de paz y cuentan con mayores recursos, el tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono. Esta triste realidad es consecuencia sobre todo de la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo. Se convierte entonces en una cultura del descarte, en la que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—.» (Carta enc. Fratelli tutti, 18). Desgraciadamente, esta lógica también prevalece en determinadas opciones políticas, que no son capaces de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades, y no siempre favorecen las estrategias y los medios necesarios para garantizar el derecho fundamental a la salud y el acceso a los cuidados médicos a todo ser humano. Al mismo tiempo, el abandono de las personas frágiles y su soledad también se agravan por el hecho de reducir los cuidados únicamente a servicios de salud, sin que éstos vayan sabiamente acompañados por una “alianza terapéutica” entre médico, paciente y familiares.

Nos hace bien volver a escuchar esa palabra bíblica: ¡no conviene que el hombre esté solo! Dios la pronuncia al comienzo mismo de la creación y nos revela así el sentido profundo de su designio sobre la humanidad, pero, al mismo tiempo, también la herida mortal del pecado, que se introduce generando recelos, fracturas, divisiones y, por tanto, aislamiento. Esto afecta a la persona en todas sus relaciones; con Dios, consigo misma, con los demás y con la creación. Ese aislamiento nos hace perder el sentido de la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida.

Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo. ¿Es esto posible? Claro que es posible, y todos estamos llamados a comprometernos para que sea así. Fijémonos en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37), en su capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo, en la actitud de ternura con que alivia las heridas del hermano que sufre.

Recordemos esta verdad central de nuestra vida, que hemos venido al mundo porque alguien nos ha acogido. Hemos sido hechos para el amor, estamos llamados a la comunión y a la fraternidad. Esta dimensión de nuestro ser nos sostiene de manera particular en tiempos de enfermedad y fragilidad, y es la primera terapia que debemos adoptar todos juntos para curar las enfermedades de la sociedad en la que vivimos.

A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás. La condición de los enfermos nos invita a todos a frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a nosotros mismos.

En este cambio de época en el que vivimos, nosotros los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión.

Los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral. No olvidemos esto. Y encomendémonos a María Santísima, Salud de los Enfermos, para que interceda por nosotros y nos ayude a ser artífices de cercanía y de relaciones fraternas.

Roma, San Juan de Letrán, 10 de enero de 2024

Francisco

sábado, 11 de febrero de 2023

#1802 - Jornada Mundial del enfermo

 Cada 11 de febrero y a partir de 1992 por iniciativa de San Juan Pablo II, la Iglesia Católica celebra, en  la memoria de la aparición de la Virgen de Lourdes, el Día Mundial del enfermo.

Y nos decia Papa Francisco en 2017: "Esta Jornada...constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos".  En el ejercicio de esta vocación se cumplen las palabra  de Maria que Lucas nos recuerda hoy: "El ha hecho obras grandes por mí". Los que atienden a los enfermos y necesitados, ya sean médicos, enfermeras, familiares, religiosas o laicos cumplen además con la obre de misericordia de la que nos habla Mateo 25: "estuve enfermo y fuiste a visitarme".


Nos recuerda también Papa Francisco que " cada paciente es y sera siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tiene una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así". 

En esta Jornada, continua el Papa, "podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los mas débiles y el cuidado del medio  ambiente".

Recordemos pues de manera especial a nuestros enfermos hoy sábado 11 de febrero. Participemos de la celebración Eucarística de este día  y que los que están más enfermos  o en peligro de muerte reciban el sacramento de la Unción de los Enfermos, que les puede ayudar a enfrentar su enfermedad y que sobretodo les perdona sus pecados.

jueves, 9 de febrero de 2017

# 53 - Cada 11 de febrero y a partir de 1992 por iniciativa de San Juan Pablo II, la Iglesia Catolica celebra, en  la memoria de la aparición de la Virgen de Lourdes, el Día Mundial del Enfermo. Este año se celebra por tanto la Vigesimoquinta Jornada Mundial del Enfermo.

Como todos los años el Papa envía su mensaje con motivo de esta Jornada. En el mismo nos recuerda en primer lugar el tema de este año: El asombro ante las obras que Dios realiza: "El Poderoso ha hecho obras grandes por mí" (Lc 1, 49). 

Y nos dice Papa Francisco: "Esta Jornada...constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos".  En el ejercicio de esta vocación se cumplen las palabra  de Maria que Lucas nos recuerda hoy: "El ha hecho obras grandes por mí". Los que atienden a los enfermos y necesitados, ya sean médicos, enfermeras, familiares, religiosas o laicos cumplen además con la obre de misericordia de la que nos habla Mateo 25: "estuve enfermo y fuiste a visitarme".

Nos recuerda también Papa Francisco que " cada paciente es y sera siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tiene una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así".

En esta Jornada, continua el Papa, "podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los mas débiles y el cuidado del medio  ambiente".

Recordemos pues de manera especial a nuestros enfermos este próximo sábado 11 de febrero. Participemos de la celebración Eucarística de ese dia y que los que están más enfermos  o en peligro de muerte reciban el sacramento de la Unción de los Enfermos, que les puede ayudar a enfrentar su enfermedad y que sobretodo les perdona sus pecados.