En su Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici de 1987, “Sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”, San Juan Pablo II escribe como si estuviera hablándonos en el momento que actualmente estamos viviendo en el mundo y en la Iglesia.
Formas personales de participación
… cada fiel laico tenga siempre una
viva conciencia de ser «un miembro de la Iglesia», a quien se le ah confiado
una tarea original, insustituible e indelegable, que debe llevar a cabo para el
bien de todos. En esta perspectiva asume todo su significado la afirmación del
Concilio sobre la absoluta necesidad del apostolado de cada persona singular:
«el apostolado que cada uno debe realizar… es la forma primordial y la
condición de todo el apostolado de los laicos, incluso el asociado, y nada
puede sustituirlo… están llamados y obligados todos los laicos, cualquiera que
sea su condición, aunque no tenga ocasión o posibilidad de colaborar en las
asociaciones».
A través de esta forma de apostolado,
la irradiación del Evangelio puede3 hacerse extremadamente capilar, llegando a
tantos lugares y ambientes como son aquellos ligados a la vida cotidiana y
concreta de los laicos. Se trata, además, de una irradiación constante, pues es
inseparable de la continua coherencia de la vida personal con la fe… los fieles
laicos pueden llegar al corazón de sus vecinos, amigos o colegas, abriéndolo al
horizonte total, al sentido pleno de la existencia humana: la comunión con Dios
y entre los hombres.