Belén 8 (Basado en “Vida y misterio de Jesús de Nazaret I – José Luis Martin Descalzo)
Los pastores “se acercaron tímidamente, con ese temor que congela los pasos de los pobres al acercarse a las casas de los ricos. Llevaban sus regalos, claro. Nunca un pobre se hubiera atrevido a saludar a una persona importante en Palestina sin presentar un regalo como primer saludo. Pero sabían que sus regalos eran pobres: leche, lana, quizá un cordero. Esto ya era para ellos un regalo enorme. “
“María apartó los pañales, y entre ellos, apareció la carita rosada. Los recién llegados le miraron con la boca abierta, quizá quisieron todos tocarle como hace la gente de pueblo y los sencillos. No entendían, pero se sentían felices. No dice el evangelista que se arrodillaran, pero ciertamente sus corazones estaban arrodillados. Un Dios naciendo como ellos, en lugares como los que ellos habitaban, les llenaba de orgullo. Aunque les daba un poco de pena por Dios. Ellos sabían que iba a sufrir, si se atrevía a ser como ellos.”
“Se fueron enseguida. Se dieron cuenta de que aquella alegría era para «todo el pueblo» […] Intuían misteriosamente que habían sido más elegidos para contarlo que para verlo. Se despidieron a la manera judía: pidiendo perdón por haber molestado […] salieron andando de espaldas, y echaron a correr hacia el pueblo.”
“A María le alegró la llegada de los pastores. Necesitaba que el mundo supiera que su Hijo había nacido y nunca se hubiera atrevido ella o José a contarlo.”
“Pero a María la venida de los pastores le alegraba aún por otra razón. El que fueran ellos los primeros llegados le parecía la mejor prueba de que su Hijo era Dios, el Dios de quien ella había hablado proféticamente en el Magníficat, el Dios que derriba del trono a los poderosos, ensalza a los humildes, sacia de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1, 52-53)”
“María pensaba todo esto, le daba vueltas en su corazón, almacenaba lo que veían sus ojos y oían sus oídos como quien amontona un tesoro.”
“Solo María «conservaba estas cosas en su corazón» (Lc 2,19) dice Lucas, como citando la fuente de sus informaciones, Solo María entenderá esta noche hermosa más que la alborada […] Esta noche en la que el fulgurante Yahvé de la zarza ardiendo se identificó en el regazo de una Virgen. Pero el mundo estaba demasiado ocupado en pudrirse para descubrir tanta alegría.”