El Espíritu Santo es la promesa cumplida por Jesús.
Él es la mañana radiante y serena del verano que nos invita a disfrutar de la creación.
Él es la eterna sonrisa del amor que da alegría y gozo.
Él es toda nuestra esperanza pues solo Él tiene palabras de vida eterna.
Él es la lluvia fresca que purifica nuestras manos para orar y para dar.
Él es la brisa del Espíritu que impetuoso nos empuja a servirle.
Él es la fuente de agua viva.
Él es el fuego que llamea en nuestro hogar para calentarnos entorno a la mesa.
Él es el fuego que mantiene viva la llama de la semilla que ha sembrado en nosotros.
Él es, en fin, el trigo, que convertido en Pan nos da Vida y Paz.
El es quien nos está llamando en este tiempo a ser una Iglesia sencilla y para los pobres. Escuchemos su voz.
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