LOS CANTOS DEL SIERVO EN SEMANA SANTA
En la Semana Santa leemos en la Eucaristía los cuatro cánticos o poemas de Siervo:
* lunes, el 1°, Isaías 42
* martes, el 2°-, Isaías 49
* miércoles, el 3°-, Isaías 50 (más abreviado, se leyó el Domingo de Ramos).
* viernes, el 4°-, Isaías 52-53.
Estos poemas del Siervo pertenecen al "Segundo Isaías", un profeta que habló a mediados del siglo VI antes de Cristo, durante el destierro de Babilonia, añadiendo al libro original de Isaías los capítulos 40-55, llamados "el libro de la consolación".
El cuarto canto (Is 52,13-15; 53, 1-12) es el más completo y profundo. Lo proclamamos el Viernes Santo, antes de la Pasión. Aquí el sufrimiento llega a su plenitud. El Siervo, inocente, se entrega por los demás (por "los muchos", o sea, por todos) y carga sobre sí las deudas de los pecadores. Una especie de "coro" comenta en 53, 1-10 lo que ha dicho Dios hasta ese momento, y canta la impresionante profundidad del dolor del Siervo: "Despreciable, varón de dolores ...Eran nuestras dolencias las que él llevaba, él fue herido por nuestras rebeliones". Pero los últimos versos, otra vez en labios de Dios, hablan de la glorificación de su elegido: verá la luz, su sacrificio habrá servido de salvación para todos, y Dios le hará grande y poderoso, porque "él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores".
En los cuatro cantos se habla cada vez con mayor precisión de la misión del Siervo: elegido desde el seno materno, recibe la fuerza del Espíritu porque está destinado a hacer volver al pueblo de Israel a los caminos de Dios, y llamado a ser luz para todas las naciones, y a entregar su vida por la salvación de muchos. Y también con creciente intensidad, de los sufrimientos que tendrá que soportar, desde las fatigas y las dudas y los golpes hasta la muerte. Para ser finalmente glorificado por Dios.
Estos poemas son en verdad una de las cumbres teológicas principales de todo el Antiguo Testamento. Nada extraño que el Nuevo Testamento les dé también tanta importancia. Nunca se ha hablado tan claro del valor redentor del sufrimiento. Anticipan lo que diría Jesús del grano de trigo que muere para dar fruto. A nosotros nos ayudan a contemplar y agradecer en estos días la muerte de Cristo como la muerte "vicaria" por nosotros, la muerte "expiatoria" por la que el verdadero Siervo nos alcanza la salvación. ·
J. ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL 2000, 5, 49-50
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